Clásicos básicos: ‘Rock Bottom’ de Robert Wyatt

Nació en Bristol en 1945 y fue educado en un modelo de pensamiento progresista que lo aproximó al mundo del arte. Atraído por el jazz y la poesía francesa, con Rimbaud en su epicentro, su primer grupo fue The Wilde Flowers, una banda formada en 1963 que jamás llegaría a grabar un álbum, al menos de forma oficial, pero que, a la postre, constituiría el elemento seminal de lo que más tarde se bautizaría como Canterbury Sound y de los posteriores Soft Machine en particular. Aquel fue el punto de arranque de una crónica diferente y brillante, extendida a lo largo de más de cuatro décadas y jalonada de hitos que remarcan el fascinante microcosmos de su autor. El más señalado de ellos es… Robert Wyatt. Rock BottomVirgin, 1974.

Nombres como Kevin Ayers, Hugh Hopper, David y Richard Sinclair o Pye Hasting desfilaron en uno u otro momento por la nómina de Soft Machine, nombre tomado de un texto de William Burroughs. Fue la primera aventura continua de Robert Wyatt asentado ya en su papel de compositor y batería. Junto a ellos, entre 1966 y 1971, trazó los mejores episodios de la crónica del grupo y patentó su agridulce registro vocal, suscribiendo en sus tres primeros discos una fascinante amalgama de rock, jazz y psicodelia. Cuando el proyecto comenzó a enfilar derroteros más cercanos al jazz-rock dominante, Wyatt fue despedido, dirigiendo sus pasos hacia una desigual aventura bautizada como Matching Mole (traducción francesa de Soft Machine) en venganza por su anterior destitución. En ese momento, Wyatt ya había iniciado su carrera en solitario con The End Of An Ear (1971), un debut complejo y libre en el que daba rienda suelta, aún sin pulir, a su profuso potencial compositor e interpretativo.

El 1 de junio de 1973, Wyatt asistió a una fiesta de cumpleaños en el piso de Lady June. “Vino, whisky, Southern Confort, ventana, caída”: la secuencia del accidente que lo condenó de por vida a una silla de ruedas por parte del propio Wyatt es lo suficientemente explícita. Sustituyendo la batería por el teclado, el dolor provocado por su traumática situación y el deseo de autonomía se canalizaron entonces en esta esencial pieza llamada Rock Bottom. El álbum destapaba su visión ecléctica e irónica, onírica y real a la vez, educada en la fuentes del jazz, la música latina, africana o asiática, atraída por las raíces y coronada por una arrebatadora voz, manejada como un instrumento más. Llevando los patrones del rock hacia estructuras impresionistas, aplicando una instrumentación amiga de las texturas  y delineando una sorprendente trama de espacios y atmósferas como territorio de expansión de su ideario, el álbum supuso una explosión de poesía e inventiva, dotada de profunda carga emocional. En la base se encontraba su sencillez expositiva, estimulada por su compañera Alfreda Benge quien se encargó de la portada e ilustraciones del álbum y en quién Wyatt se inspiró a la hora de componer temas como “Alifib” o “Alifie”. Viejos compañeros de aventuras de la talla de Richard Sinclair o Hugh Hopper, además de amigos como Fred Frith (Henry Cow), Mike Oldfield o un Nick Mason (Pink Floyd) responsable de la producción, hicieron piña para dar sentido a esta pieza maestra.

El compromiso social y político de los oprimidos, plasmado tanto en su militancia en el partido comunista como en numerosos pronunciamientos contra la injusticia, comenzó a aflorar con decisión durante esos años. Luego llegarían rotundos apoyos a la clase obrera, declaraciones contra el apartheid, ácidas críticas a la política de Margaret Thatcher… Una postura personal que impregnaría el ámbito artístico de Wyatt a través de títulos y textos de postreras entregas, en algunos casos injustamente ensombrecidas por la rotunda dimensión de Rock Bottom. Afortunadamente, Wyatt sabía que la nostalgia era un arma de doble filo y no le concedió luego ni un metro de distancia. De una forma espaciada que lo distanció de los rigores del mercado y paralelamente a la reedición de algunos de sus añejos trabajos o de compilaciones, posteriores discos a su nombre se encargaron de aplicar una ascendente curva digna de figurar también en la cúspide de su producción.

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Salvador Catalán

Autor/a: Salvador Catalán

Desde hace más de veinte años desarrollo mi labor profesional en el ámbito de la gestión cultural universitaria. Durante este tiempo también he abordado una permanente colaboración como crítico musical en medios generalistas (Diario de Cádiz, Diario de Sevilla, La Voz de Cádiz,...) y especializados (Rockdelux) y como programador de festivales y ciclos musicales.

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