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Orgullo
Las relaciones humanas coinciden con el ser humano: pocas saben resignarse a lo inevitable, arrostrar con dignidad el sufrimiento y la vejez y morir con belleza. Arthur Schnitzler —¿No hay más oxígeno? —No, papá. Esos tubitos transparentes que tienes enganchados a las orejas y a la nariz son sólo un suplemento, como una ayuda. En casa, hacía una semana, recostado calmamente con su batín en el butacón de cuero, dio un sobresalto que lo despertó de repente de la siesta. Se asfixiaba. Creyeron que era un infarto. Llamaron rápidamente a una ambulancia. Tras el breve traslado y las primeras pruebas clínicas, la doctora que los recibió, con rapidez, en urgencias, tomó la decisión de ingresarlo. Ya en la habitación, medicado, con su pijama puesto y, en su agotamiento, a su hija, al pie de la cama y atenta a cualquier contingencia, su padre, con sus profundas arrugas, su calvicie y su delgadez extrema se le reveló más desvalido, más consumido y avejentado, más golpeado que nunca por la vida, y así lo dejó que descansara. —¿Qué tengo? —le preguntó de inmediato al abrir los ojos y verse, con cierta expresión recelosa, en el hospital. Ella, sin buscar...