En boca cerrada
—Oye, ¿has visto a mi novia pasar por aquí? —Ajá, te diría que sí, si tu novia es la chica de andares alegres que viste faldas traviesas con gran desparpajo, y tiene, por el lado paterno, un primo carnal, uno de cuyos tíos maternos vivió en Barcelona cerca de diez años, y se casó al regresar con la sobrina preferida del tío de su madre, Ángel, invitando a su boda preferentemente, por las manías de cada cual, a todos los nietos impares...
Superlativos tiempos
—Buenos días. Quería una barra de pan. —Pues haber venido después. —¿Cómo dice? —Usted me ha hablado en pasado. —Creo que es una forma de cortesía. —Vaya. Pues era usted muy amable. —¿Ya no? —Pura cortesía. —¿Me la da o no me la da? —Lleva la mascarilla al revés. Así es imposible que se la dé. —Oh. Es que no me aclaro. ¿Ya? —Ya se ha dejado la nariz fuera. —Eso es más complicado. Es que… —Superlativa. —¿Qué? —Su napia. Parece una...
Minimalismo
—El vagón está bien, es amplio. Y la litera parece cómoda. —Oiga, pero ¿qué hace usted aquí? —Buenas, señorita. No la había visto. Yo viajaré aquí. ¿Cómo? No, no y no. Mire, tiene que haber un error, me aseguraron que viajaría sola, o en todo caso con otra mujer, pero no con un… con un… con un… —Hombre. Esa es la palabra que busca. Conmigo no tendrá problemas, señorita. Yo siempre encuentro las palabras. —Ah, sí, y...
‘Stay at home’
—¿Es usted el de los Desencuentros? —Según. —No, no, no. Es usted. Sin duda. Chóquela. —No podemos darnos la mano. De hecho, no deberíamos estar aquí. —¿Por qué no? Yo tengo un perro. Y usted una bolsa con pan. —Ese perro es de peluche. —No me sea tiquismiquis, hombre. Además, ¿quién me dice que ese pan no es de plástico? —Yo se lo digo. —¿Sí? Pues déjeme darle un bocado. —¿A mí? —No. Al pan. —Está prohibido. —¿El pan? —Dar bocados. Y...
Vecinos
(Alguien aporrea el timbre) —¿Sí? —Hola, vecino. ¿Tiene wifi? —No. —¿Seguro? Oh, vaya, qué bonito salón… Qué vistas. ¡Y cómo huele! —Pero… oiga… —No me lo diga. No me lo diga. Eso va a ser un arroz con pollo. —Sí… bueno… Todavía no he echado el arroz, pero… —Bonita casa. Sí, señor. Y muy coqueto el despachito que se ha montado. —Yo… —¿Cuál es la contraseña? —¿Qué? ¿De qué? —Del wifi. —No tengo. —¡Ajá! ¡Eso es! Mire, mire ese aparatito...
Malas compañías
–Buenas… –Según se mire… –Claro… yo… venía para cambiarme de Compañía… –¿Por…? –Esto… me han dicho que es más barata, que hay una que sale más barata… –¡Aclárese, por favor! –…que sale, que sale más barata… –¿Y…? –Pues… eso… –Oiga, no tengo toda la mañana, ¿sabe? O “pues” o “eso”, vamos, decídase, hombre de dios… –Umm… “Eso”, sí, sí, sí. “Eso”....