Un eco geométrico (2)
Al regresar a mi apartamento, algo desanimado, comprobé que había olvidado cerrar la puerta. Ya en el interior, me reencontré con el paisaje que temía. El foco de luz de la mampara había disminuido, sí, pero permanecía allí, palpitante, como dándose un respiro, alejado —alejándome— de cualquier lógica, haciendo peligrar los cuarenta años de coherencia y cuerda rectitud de mi existencia. ¿Qué más podía hacer? Lo peor, sin embargo,...
Un eco geométrico (1)
El pasillo de mi casa es particular, en el sentido de que no es muy pasillo. O no del todo. (Sé que no son formas de comenzar un escrito, pero —si alcanzan el final— estimo que perdonarán mis extravagancias. Incluso, es posible, me ayuden a salir con bien de esta situación tan inversa —nunca mejor dicho— en que me hallo). Veamos. ¿Se encuentra en el interior de un edificio y sirve de paso, mi pasillo? Sí, a todas luces. Pero, en...
Están llenos de palabras
Recién levantado, frente a una taza de humo, reflexiono. Va a ser un día duro, como una carrera de obstáculos. Tomo el café, reposado, sin prisas. La casa convertida en un frío y caótico almacén de embalajes, bolsas y maletas. Una puta palabra, me digo, frente al espejo, mientras ejecuto muecas y burlas. —Eres un payaso. Un puto payaso. Sentado en la única silla viva de lo que ha sido hasta el día de hoy mi hogar, me dispongo a...
Número oculto
Llamada perdida. Lo dice la pantalla. Tras pulsar una tecla, leo: número oculto. No sé a cuenta de qué extraña conexión, quizás de alguna lectura nocturna, pero la cosa es que me viene a la mente un nombre: Bud. E imagino con enojo que tal entresijo me perseguirá el resto del día hasta que consiga descifrar el enigma, porque acabo de desayunar, y yo no conozco a nadie que se llame Bud. En el periódico no hay nada sobre Bud. En la...
Mala noche
Ahora sé que aquella mujer jamás estuvo en mi habitación. Lo descubriría al amanecer, cuando carecía de respuestas para mi rostro, para mi mano, para nada, para nadie, todavía aturdido al otro lado del espejo. Del agrietado espejo de un bareto recién amanecido al que entré para calmar mi desconcierto. No había respuestas, pero sí una decisión. O un agotamiento. Pagué al camarero el coñac que había succionado para no caer allí mismo...