Notas bajo la puerta (2)

De J.R. a E.F. 11 abr. 2020 18:48

¿Te has dado cuenta de que no hemos dicho una sola palabra acerca de la No Semana Santa? Vamos directos al Averno, amigo. De cajón.

No encajaremos en el concepto de ‘intelectual’, pero estamos todo el tiempo hablando de libros, de cine, de música, como dos putos intelectuales, o pseudo, que es aún peor. ¿Seremos intelectualoides?

Bueno, tú hablas de volcanes. Algo es algo. Me fascina cuánta belleza puede llevar en sí la catástrofe. El arrasador incendio de un bosque gallego, por ejemplo. O las espectaculares imágenes de Anak Krakatoa. Veré el docu de Herzog.

Werner Herzog, Cormac McCarthy, Vigo Mortensen, David Cronenberg, Malcom Lowry, Mary Shelley. ¡Mare deus!

Hace años hacía listas de autores, cantantes, directores, actores, etcétera. Quién me había llevado a quien. ¡Mare deus!

Aunque escritores sí que somos. Yo al menos sí. Y tú también. Y lo somos, me temo, porque somos infelices. O no del todo felices. Y hemos de saciar esos ángulos oscuros y hambrientos. ¿De qué iba yo a escribir un solo renglón si me sintiera colmado de felicidad?

Curiosamente, el confinamiento por el bicho me bloquea a la hora de escribir, impide la concentración. Solo puedo hacerlo si redacto algo acerca del tema, o esta cosa a cuatro manos en que andamos, que va de nada y de todo. A mi amado y odiado, a un tiempo, Benito, he tenido que pausarlo, hasta nuevas noticias…

Ay.

Hablaré de libros. He aparcado la lectura de Me llamo Vila-Matas…, porque me he topado con una desconocida Yolanda Regidor, y su desconocido, for me, Ego y yo.

Hablando del bicho. Cuánto miserable hay en este país, querido. A cuenta de la lamentable guerra de cifras por los muertos, recordé la brillante frase del escritor Gregg Easterbrook: «Tortura los números y lo confesarán todo». Parece que en esas andan…

Por cierto, no era indispensable que hablaras de mi poema. Ni siquiera era un poema. Eran unos versitos que… Dejémoslo.

También hablamos de ciclismo. Y de boxeo. No estamos tan mal, pues. Pero no sé qué tienen de común con la escritura, la verdad. ¿Hay alguna meta? ¿Se puede ganar por puntos? ¿O por KO? ¿Se puede ganar? ¿Quién dijo que escribir es reconocer la derrota? ¿Lo dijo alguien?

Cuídate, hermano.

De E.F. a J.R. 12 abr. 2020 12:49

Fracasa otra vez, fracasa mejor. No es mío y sí muy popular. No recuerdo si es de Dylan Thomas, Wilde, Walser o yo qué sé, ninguno de los tres. Pero en esa frase están el ciclismo, el boxeo e, insisto, la escritura. (No creas que lo digo con demasiada convicción.)

En el ejercicio de la escritura se puede ganar, hacerlo por puntos o por knockout. Cuando en este sentido reflexiono sobre una posible victoria, cuando me lo aplico a este tour personal, pienso en la muerte; que llegará, de hacerlo, después de muerto. Sí, es un poco lúgubre. Pero solo en principio. A poco que uno le dé una vueltecita desde un punto de vista racional, no solo es sensato, sino ley de vida.

Que hablemos de libros, cine y música no nos puede convertir en intelectuales. Y la RAE abarca mucho, así que aprieta poco. En alguna ocasión, con motivo del tema «Starman» —te comenté que está entre mis preferidos—, de Bowie, confesé mi mayor defecto: me gusta todo lo bueno. Y mucho. Demasiado, de hecho, para ser pobre. Lloro (literalmente) con una langosta, mancho los calzoncillos con un plato de ostras bebiendo champán; el cochino de Huelva, ya me lo tenga que comer crudo y vivo, una buena ternera sanguinolenta a la plancha… y así con todo: Faulkner, Camarón, Scorsese…

Una vez escribí que la Semana Santa no era más —tampoco menos— que una performance del fervor. Y lo mantengo. No me atrae especialmente. La celebración de un entierro haitiano me parece superior, tanto en la escenificación como en la profundidad religiosa del rito (las papas que se cogen, madre mía, cómo no ser uno con el Universo en ese plan). Así que una No Semana Santa me resbala como lo haría una No Navidad, por decir. Tal vez, esta forma de verlo, tiene que ver con los muchos años de desconexión sociocultural que he vivido. Y, oiga, tan normal todo.

(Hazme el favor de ver Tremè, que te va a poner muy palote.)

Sí somos infelices. Y según tu ecuación, que comparto —no son pocas las tesis concomitantes al respecto—, por tanto, escritores. Ahí sí que has estado vivo, jodío. Claro está que es una ecuación final tras reducir mucho los términos que la componen.

El embrutecimiento de mi trabajo, si bien me exaspera por un lado, resulta liberador por otro. Requiere concentración. Y eso limita el centrifugado de mi cerebro, que es insano en grado sumo cuando dispone de libertad.

No sé cómo ha podido ocurrir (o sí, pero aceptarlo no es fácil) que me he vuelto un ermitaño refunfuñón. No me gusta hacer vida social. No me gusta la gente. Y he aquí la gran contradicción: no escribo sobre otra cosa, nosotros y nuestras circunstancias vitales. Me esfuerzo por comprender lo que podríamos llamar el mundo por medio de la expresión artística en todas sus formas. Luego experimento por escrito.

En mi trabajo me llaman ‘el mojama’. No saben que hubo un tiempo en el que era un tipo, por lo general, alegre. Siento que en este estado de encierro, en el que mi vida apenas se has visto sacudida, me ven como se observaría a un bicho raro. Más que antes.

Mucho me temo que se me escapa el fin de semana sin ver la peli de Kusturica. Ayer me enchufé enterita la saga de Hannibal Lecter (joder, qué buena orgía sería: Jodie Foster, Edward Norton, Juliane Moore y yo). A mi juicio, infinitamente mejor que las novelas de Thomas Harris.

Lo de tu Benito, por odiado y amado, me recuerda al dilema Conan Doyle. Muchos han pasado por eso. La solución es muy parecida a la aplicable al tabaquismo. Que la explicación sea sencilla no significa que resulte fácil.

En cuanto al bloqueo. Le está pasando a una asombrosa mayoría de personas que el monotema que nos impone la realidad dificulta la capacidad de concentración, ya sea para escribir como para leer. Y no se me antoja extraño, en tanto que es casi obligación estar informados al modo minuto y resultado. Es excesivamente absorbente.

Me pregunto lo que todos: ¿cómo cojones vamos a salir de ésta?

(Cuando menos lo esperemos nos estamos echando unas risas en La Casapuerta.)

De J.R. a E.F. 12 abr. 2020 19:08

Recuerdo cuando en comandita, después de tertuliar en garitos como La Chimenea o el Cambalache, íbamos a ciertas recogidas, el Greñúo, por ejemplo, o perseguíamos aquellas procesiones en las que —nos habíamos informado— sonaban las mejores bandas. A mí me sobrecogía todo aquello. En mi infancia en Marruecos, nada de esto existió. Más tarde, claro, solo me parecían un enorme incordio al andar por las calles, o la excusa perfecta para coger la mochila y escaparme a la sierra. Hoy me debato entre la indiferencia, la molestia (por mi calle no dejan de pasar durante todo el año) e incluso la rabia. ¡Qué forma de engañar a las pobres almas durante siglos! Y digo bien cuando digo pobres, que siempre son los más fervientes devotos. En Nápoles, por ejemplo, cuanta más miseria encuentras a tu paso, más altares ves en las esquinas. Porca miseria.

Es bueno que te guste lo bueno. Mejor aún tener la sensibilidad, las herramientas y el criterio lo suficientemente educado para saber dar con lo bueno. Coincido en casi todo contigo. Solo he probado la langosta en una ocasión. En Estambul, en un lugar de postín (esto lo descubriríamos más tarde, al tener que hacer frente al clavazo que nos endosaron) y no terminó de convencerme. Tampoco soy de ostras, pero muero por unos caracoles picantes en caldo, o en salsa, o al poleo… O un Jim Thompson crudo y sangriento.

¿»Sugar Blues» (Clarence Williams) pertenece a la banda sonora de Tréme?

Vamos sumando conceptos y temas en los que profundizar. La dejadez del pijama. La infelicidad y el escritor. Sobre esta última es cierto, como dices, que hemos reducido mucho los términos de la ecuación. Pero es algo que pienso no de ahora, a mis 57 tacos, sino que ya elucubraba en mi lejana adolescencia, cuando garabateaba esbozos de poemas surrealistas. Ya entonces era consciente de que solo escribía si el amor de mis sueños no me correspondía, o ni siquiera existía, que era casi siempre, claro.

Se me ha vuelto a cruzar un libro que me ha hecho aplazar el anterior. En este caso, se ha interpuesto Música de cañerías. Bukowski a tragos cortos, como es el caso, me divierte muchísimo.

“…el centrifugado de mi cerebro, que es insano en grado sumo cuando dispone de libertad”, dices, y podría decirlo yo. He de atar en corto mi materia gris, cosa que no siempre me es posible.

No pienso dejar de fumar.

“Lo intentaste. Fracasaste. Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor”. Es un fragmento de Rumbo a peor, de Samuel Beckett.

Raymond Poulidor, Peter Buckley y Alejandro Sawa forman un trío de lo más interesante. ¿Qué opinas?

Brindo por nuestro futuro encuentro en La Casapuerta.

 

Bar La Casapuerta (Cádiz).

 

 

José Rasero y Eduardo Flores

Autor/a: José Rasero y Eduardo Flores

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1 Comentario

  1. Por favor, sed felices, escribid libros de autoayuda aunque parezcan novelas, vuestras editoriales ganarán más dinero.

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