–¡A las ricas naranjas! ¡A las ricas naranjas! ¡Abuela, que dan un zumo que ni gripes, ni mocos ni tos ni na!
–No, si yo tos no tengo, yo venía buscando un calmante, pa los dolores de las pierna, que me tienen frita con la artriti.
–Pues las naranjas son mano de santo pa esos dolores, abuela. Mire, se prepara un zumito en cada comida, y estas patatas pa guisá, con su tierra y to, ¡milagrosas!, lo que yo le diga…
–¡No me diga! Entonces, ¿se ha quedao sin calmantes?
–Que no, abuela, que aquí no vendemos calmantes, pero estos tomates rojos son la pera, se va a hacé usté un gaspachito que se le va a quitá el hipo, hágame caso…
–No, hija, no, hipo no tengo yo desde que me casé con mi difunto, que en paz descanse, allá por el año cuarenta del siglo pasao. Estaba recién salío de la mili el mu joío… Y guapo que era, de verdá de la buena, que me entró el hipo en el altá, con verlo allí, tan alto, tan elegante, ya ve tú, mi niña… que me pasé tol convite que parecía que estaba borracha perdía, pero era el maldito hipo…
–Ah…
–…que me lo tuvo que quitá él, después del banquete, ya sabe cómo…
–Pues no, abuela, mire por dónde, no lo sé, pero es que ni pajolera idea, vamos, na de na. Así que venga, ya me lo está contando usté con todo lujo de detalles… Y así, por lo menos, echamos el rato…
–Pues mu sencillo, mi niña. Tú respiras profundo, y te aguantas to el aire dentro, y entonces tienes que tomarte siete buchitos de agua seguíos, y sin respirar nada de nada… Tapándote la narí, así, uno detrás del otro…
–Ah, ya, ¿y eso es todo?
–Es que, si no tiene calmantes, yo otra cosa ahora no me hace falta…
–Que digo de la noche de bodas, mujé, del hipo… Que si eso es to lo que pasó… Que si no le dio un buen susto su gachó, abuela, ya me entiende, ladrona…
–Que no, chiquilla, que yo ya no he tenío más hipo en mi vida, ni uno más, y es que mi Manolo era un fiera cuando te quitaba algo…
–Eso, eso, abuela, cuando le quitó, ya sabe. ¿Cómo fue cuando le quitó… la flo?
–Anda, hija, eso es, que ya se me olvidaba, claro, mujé. Qué cabeza la mía, las flores pa ponérselas a mi Manolo…
–¿Eh?
–Menos mal que me lo has recordao. Así que ya mismo que me voy pal puesto la Raimunda… y muchas gracias, mi niña, que ya me paso a la tarde a ve si ya tiene los calmante.