Hasta mediados del próximo mes de abril, se puede visitar en el Restaurante Angélica de Ubrique una exposición de “pintura sobreescrita” del poeta y escritor José Manuel Benítez Ariza y del pintor José Antonio Martel Guerrero. La muestra conjunta consta de treinta obras en las que los óleos del pintor sobre papel con imprimación brindan a la vez soporte a la escritura a lápiz de otros tantos poemas en prosa.
“Especie de diario pictomanuscrito a dos manos”, así definió José Manuel Benítez Ariza el trabajo Cuaderno de Campo, del que es coautor, durante el acto de presentación celebrado en el mismo Restaurante Angélica y en el que intervinieron además el otro responsable del mismo, el pintor José Antonio Martel, y el poeta José Mateos.
El trabajo en colaboración ha ocupado a los dos artistas desde el pasado diciembre, aunque el proceso de gestación se remonta al último verano, como se recordó en el acto. Durante la ejecución del proyecto el poeta dio pie a la inspiración del pintor con quince textos y este, a su vez, a la del poeta con quince propuestas pictóricas. Es decir, que de quince poemas han surgido quince de los treinta cuadros, y de quince óleos, igual número de poemas. Pinturas y poemas en prosa aportados por uno y otro autor sin otra premisa que la de reproducir “las vetas de afinidad artística”, en palabras de José Manuel Benítez. Esta afinidad y la de la amistad han constituido uno de los fundamentos que prestan coherencia y unidad a este “diálogo entre pintura y poesía”, como definió José Mateos el trabajo en su intervención. En este sentido la muestra es “un ejemplo” logrado y la demostración de que es posible la coincidencia aunque se hablen idiomas distintos.
Un recorrido por la exposición, como señaló José Mateos, poeta de la misma generación de que Benítez Ariza y editor de su último poemario, es un reconocimiento de algunos de los motivos recurrentes de su poesía, como el amor a la naturaleza o a la mujer, y una ocasión para adentrarse en el mundo del José Antonio Martel, volcado sobre su particular realidad desde unos criterios estéticos personales, más allá de las modas del momento.
El conjunto está sometido a un” orden ideal”, al que conviene atenerse en su recorrido, según resaltó José Manuel Benítez Ariza. Así es apreciable un trazado oculto que confiere a la disposición de las obras un no por invisible menos coherente ensamblaje que apunta a un sentido unificador de la diversidad de los motivos inspiradores: evocaciones intimistas de paisajes de una geografía concreta, un grupo de pueblos blancos de la Sierra de Cádiz (Benaocaz, Ubrique, Villaluenga del Rosario); bien consistan estas evocaciones, donde lo real se plasma transfigurado poéticamente, en representaciones de lo natural captado en su pureza virginal (riscos, torrentes, reflejos de floresta en una charca, …parajes secretos donde reina la calma y el silencio es una realidad), o bien donde lo natural se armoniza y funde con lo urbano (una calleja que parece conducir directamente a lo agreste de la sierra, la cúpula abierta al firmamento azul de una iglesia en ruinas en la que se asienta un cementerio, un portón entreabierto en la hora estival de la siesta, la cal fundida con la piedra sin desbastar en un lienzo de muro, una fuente rebosante de líquido o la negrura ciega del interior de un aljibe).
En estas representaciones paisajísticas tanto el poeta como el pintor han acertado a plasmar el poder transformador de la luz para hacer de un mismo paisaje un constante y siempre renovado e inagotable espectáculo. Esa captación de la luz constituye uno de los aciertos de la exposición y es la base de otro de los elementos aglutinadores de su diversidad: tanto los poemas en prosa como los óleos aciertan felizmente a plasmar algo muy difícil: el paso lento, imperceptible y sutil de las horas y las estaciones. El tiempo en su misterioso fluir y engañoso retornar.
El recorrido recomendado por los autores y al que se sujeta la disposición de la obras comienza con varias imágenes de un camino, un camino donde van surgiendo dificultades, que avanza por el interior de bosque, cuyo discurrir es irrumpido por la visión de una charca, o de un torrente de aguas bravas, y que desemboca en una claro en el que la vista se abre y cobra vuelo hacia la altura. Es un “momento de respiración”, en palabras de Benítez Ariza al describir el itinerario que hilvanan unas obras con otras, después del cual viene un recorrido por el espacio humano habitado, previo a la entrada al “espacio de la amistad”, donde confluyen y casi se confunden los homenajes a la pintura y a la literatura, representadas en sendos cuadros cuyos textos respectivos reflexionan sobre el oficios de pintor, simbolizado en una paleta usada, y el de escritor, en un puñado de libros. Este itinerario concluye en un cuadro “que es como una fuga”, una representación de mar, otra afinidad que también vincula a los dos artistas.
José Manuel Benítez Ariza -que hizo además una presentación para el público de la zona de su hasta ahora último libro Panorama y perfil, leyó algunos de los textos “sobrescritos”- donde salió a colación algún inquietante y misterioso encuentro de “paseante solitario”, o la contemplación de un paisaje que a veces se ofrece desde perspectivas grandiosas y sobrecogedoras y otras atrapa la mirada del paseante en pequeños detalles, como los frutos del majoleto o espino albar, las habilidades de un hortelano o sus frutos, a los que, pintura y escritura imbricadas, homenajean en su cotidiana humildad; sin faltar la lectura de las reflexiones sobre el proceso de la creación en sus vertientes pictórica-poética.
Lo difícil de esta colaboración entre pintor y poeta no ha estribado en la armonización, en un mismo espacio, de la representación de un fragmento de realidad mediante el color y la forma y su evocación por la palabra. Si nos atenemos a lo declarado por uno y otro artista, y sobre todo a los resultados, la complicidad creadora ha fluido sin forzamientos por obra de una afinidad afianzada en un territorio compartido y en la amistad. Lo confirmó el pintor José Antonio Martel en su intervención, que no ocultó que los textos aportados por José Manuel Benítez contenían de alguna forma un “reflejo de mi pintura” y podrían tomarse como “resumen de los temas que yo trato: hay figuras, bodegones, paisajes de la sierra y hasta marinas…hay nieblas, nieves, cielos espectaculares, puestas de sol, amaneceres, torrentes, pájaros, aguas, reflejos, puertas, ventanas…”. Son “resumen y recorrido por lo que intento plasmar en mi pintura”, a los que hay que añadir un rasgo que para Martel es una clave de su propia forma de trabajar compartida con el poeta: el trabajo de corrección que conlleva la auto exigencia creadora.
Sin embargo, a pesar de esa armonización conseguida entre imagen y texto –que, en trabajos de este tipo, suelen ir cada uno por espacios y soportes propios-, la tarea no ha estado exenta de dificultad. Desde su concepción el verano pasado hasta el comienzo de su ejecución a cuatro manos durante las pasadas navidades, transcurrieron meses de tanteos. Buena prueba son los muchos bocetos en distintas técnicas y distintos soportes que han quedado en el camino y día a día iban invadiendo el taller del pintor, hasta conseguir conciliar óleo y escritura, en un proceso parejo de fructífera experimentación y progresivo autoconvencimiento. En este sentido, Martel no ocultó con mucho humor su escepticismo inicial: “si he llegado a suprimir la firma de mis cuadros como elemento extraño que distrae y molesta, os podéis imaginar lo que ha supuesto aceptar que grafiteen mi pintura. Si hay algo novedoso en la exposición es eso: el atrevimiento de pintorrear mis cuadros”.
Bromas aparte, José Antonio Martel compartió con su compañero de aventura la satisfacción por el camino recorrido hasta alcanzar la convivencia armónica en un mismo espacio de imagen pictórica y palabra poética, y reconoció que en ello reside la importancia y la novedad de este trabajo. Sobre el logro mayor o menor de esa confluencia, el espectador-lector que tenga la suerte de ver la exposición, que también se exhibirá en Cádiz capital, podrá pronunciarse.