Cádiz para leerlo

Lisboa está bella y sola como el preso que canta fados a su novio desde la cárcel…” escribe Mario Obrero en su poemario Peachtree city. El mismo Mario Obrero, de juventud exultante, que imagino con apenas veinte años posando su mirada en el Atlántico mientras pasea por la Alameda de Cádiz, se sienta en un café y escribe en un cuaderno: “Cádiz está bella y sola como el preso que en la Cárcel Vieja canta una copla añorando a una antigua amada que vivía por la calle de la Soledad Antigua”.

El joven poeta, premio Loewe a la Creación Joven, presenta en TVE el programa Un país para leerlo que inaugura segunda temporada en Cádiz. Esto le trae a la ciudad antigua en la que le espera, entre otros, el profesor Alberto Romero Ferrer, que le hará ver la literatura de ese Cádiz dieciochesco y decimonónico que todavía no hemos perdido del todo, que sale al encuentro del viajero curioso y expectante.

Han de celebrarse estos programas librescos, por escasos e insuficientes, cuando tendrían que ser un deber de una televisión pública que se precie. Mario Obrero es un poeta de futuro que abraza el presente, pero sabe dialogar con admirable precocidad con el pasado de los grandes poetas. Este diálogo se advierte en las páginas de Peachtree city en la que el verso tiende a versículo y a ensanchar el canto. Obrero paseó por Cádiz. Debió saludar a la estatua de Carlos Edmundo de Ory y esta debió dictarle al oído algún aerolito.

Un país para leerlo tiene en el poeta madrileño un presentador idóneo que posee el don de la comunicación como ha demostrado en anteriores entregas dedicadas a otras ciudades literarias. El único problema estribó en que la entrega gaditana del programa escoró peligrosamente hacia la senda del Carnaval al que ya nombró, como una referencia concreta y balsámica, la poeta Bea Aragón y sobre el que dio enjundiosos apuntes históricos Santiago Moreno. Todo ello hasta desembocar en un barbado Antonio Martínez Ares listo ya para saltar al Falla con el tipo de su última comparsa y que subrayó el valor de transgresión de la fiesta, algo dudoso si nos atenemos al más bien previsible, dogmático y nada audaz Concurso del Falla, pero esto es otra historia.

Estatua de Fernando Quiñones en la puerta de La Caleta.

Lo que llamó la atención es que un programa que trata de vincular una ciudad con su literatura sitúe el Carnaval en un lugar tan preponderante. Es decir que sacrifique voces de la literatura de la ciudad para otorgárselas al Carnaval lo que sería comprensible si el programa fuera Un país para escucharlo.  No es que el Carnaval no tenga su literatura, que indudablemente la tiene. Lo que es dudoso es que deba otorgársele semejante protagonismo en un espacio de estas características. Algo que me permito cuestionar, aunque el Carnaval y sus fuerzas vivas no permita que se le cuestione.

Al menos Mario Obrero tuvo a bien sentarse a departir con Felipe Benítez Reyes que indudablemente representa lo mejor de la literatura de la provincia de Cádiz. El escritor roteño es un escritor total que cultiva todos los géneros a la manera que los cultivara Fernando Quiñones cuya presencia fue sintomáticamente eludida en el Cádiz retratado en  Un país para leerlo. Cuesta comprender a veinticinco años de su muerte que un programa de Cádiz y su literatura no se encomiende a la literatura de Fernando Quiñones y no haya ni siquiera un plano de su estatua caletera mientras sí se nos ofrecen planos del busto de Paco Alba. Al menos se escucha un fragmento de La canción del pirata en la voz de una de las componentes de la Asociación de Personas Lectoras de Cádiz. Se entreve hasta el ejemplar, esa vieja edición ochentera de Planeta que todo lector de Quiñones atesora en su biblioteca con más de un subrayado y más de una mancha de humedad en el papel gastado.

Casi al final de sus días Quiñones decidió abjurar del Carnaval y su deriva. Sentía otros Cádiz posibles y menos invasivos en la propia idiosincrasia de la ciudad. De todos modos, ya advertía que esta era una batalla perdida y eso mismo se traslució en la propia búsqueda del Cádiz literario por parte de Mario Obrero, capaz de hallar en un poema inspiradísimo de Peachtree City la Lisboa fadista que no olvida la sombra de Pessoa y de sus heterónimos, pero incapaz de encontrar a Fernando Quiñones en ese Cádiz libresco infructuosamente habitado.

Luis García Gil

Autor/a: Luis García Gil

Luis García Gil (Cádiz, 1974) une en su ya amplia obra editada la literatura, el cine y la canción de autor. Poeta y ensayista, en su obra se han cruzado Woody Allen, François Truffaut, Joan Manuel Serrat y Clint Eastwood.

Comparte en
468 ad

1 Comentario

  1. Désirée Ortega Cerpa

    Completamente de acuerdo con el artículo. Fernando Quiñones fue totalmente ninguneado y eso que tuvieron que pasar varias veces por delante de su estatua, así como del Espacio Literario que lleva su nombre. Inconcebible.

    Post a Reply

Envía un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *