Quinqué y góndola

Cómo podría ser la vida sin luz artificial. Cómo es la vida sin luz. La luz es todo. También está la vida sin luz, y también considero que hay una gran cantidad de ciegos que se supone que ven. También están los cíclopes y los faros para los barcos por la noche. Pero venía a hablar del quinqué, después del góndola, o mejor de avances del hogar. Suena raro o antiguo eso. Supongo que no puedo imaginarme en 1780, pero me gusta y lo hago, es como un juego infantil estar en un instante clave de la humanidad o junto a Bach tocando el clavecín en 1740, que es lo mismo, o seguramente mejor lo segundo. Me apasiona la máquina del tiempo (Wells), la posibilidad de conocer los momentos de la historia y estar en aquellos cuyo impulso creativo nos ha traído hasta aquí.

Estos días que la nostalgia mayea he recordado dos ingenios que en mi infancia y adolescencia fueron claves o clavecines: el quinqué y el teléfono góndola. El quinqué, en mi infancia más primaria, fue sobre toda una palabra que volaba por casa con mucha asiduidad. Tomó cuerpo. Era un artilugio con mechero circular, inventado por un suizo (no sólo inventaron el reloj de cuco –El tercer hombre– y los bancos para llevar dinero negro). Se llamó quinquet  en Francia, porque monsieur de Quinquet, un farmacéutico de París, le introdujo mejoras significativas, como el tubo o chimenea de vidrio, y fue él quien lo popularizó. Hablamos del último cuarto del siglo XVIII y se están sustituyendo las velas, también las velas mentales. Hablamos de las Luces, porque Denis Diderot y Jean le Rond d’Alembert ya habían escrito La Enciclopedia diez años antes y todo estaba cambiando. Al menos en Europa. No podemos decir lo mismo de otras regiones del Mediterráneo en los que había empezado nuestra Cultura y la Historia (que empieza en Sumer) y que ahora… siguen con la Religión y adolecen de ilustración.

En mi casa de la infancia el quinqué era todavía un elemento esencial. Se iba la luz, cosa habitual,  y una magia maravillosa devolvía la luz. Pasábamos de mano en mano aquello.  Él  nos iluminaba los rostros y permitía hacer la comida en la cocina de fogón, comer, nos acompañaba a la cama, donde unas mariposas flotaban en aceite frente a un santo. Le debo al quinqué un sitio en mi memoria, un sitio mágico donde cuatro angelitos me guardaban.

Teléfono góndola.

Teléfono góndola.

Otro sitio lo tiene el teléfono góndola. Para mí es el inicio de las “nuevas tecnologías”, lo más moderno, como cuando llegó la tele. Aquello no se parecía en nada a lo visto en nuestra casa. Su forma, y su modo, hablaban de otras cosas muy distintas a las de antes y a las de ahora. Hay una serie de TVE, que acaban de quitar por otros motivos,  que ha banalizado todo esto, y me siendo molesto cuando me queman mis vivencias. En ese góndola marqué números que escribieron mi vida como una máquina de escribir. Todavía rodaba la rueda con un sonido de números casi como un homenaje a Pitágoras. Terminaba y sonaba un hilo de comunicación, y comunicarte por ese medio era todavía un medio-milagro. Quedabas y era realidad, allí en la Alameda estaban los amigos y en la playa los partidos de fútbol.

Decía Virgilio, que nació antes que Cristo por lo que le arrogo más autoridad por sus años, que el tiempo huye de manera irreparable y que debiéramos demorarnos en los detalles. Quizás por eso hoy quiero demorarme un poco en estos detalles que han hecho que la ciencia sea poesía, ya que con el quinqué escribió Beethoven sus sonatas y sinfonías, escribanos la Constitución de Cádiz, Rimbaud Una temporada en el infierno y una infinidad de cabezas que desde el origen de las especies nos ha traído a esta orilla de conocimiento que es el presente.  Echo de menos mi teléfono góndola y los números que marcaba. A mis amigos.

Julián Oslé

Autor/a: Julián Oslé

Julián Oslé Muñoz es Técnico de Cultura del Ayuntamiento de Guadalcacín desde 1997 y en los últimos treinta años ha sido gestor cultural en diferentes instituciones. Es director de teatro y, en su vertiente de historiador, autor de varios libros sobre fotografía histórica.

Comparte en
468 ad

Envía un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *