Basada en hechos reales es el último Polanski. Me acordé de la extraordinaria Nada se opone a la noche de Delphine de Vigan que leí el verano pasado. Y de un cine sevillano donde fui a ver Lunas de hiel hace ya demasiado tiempo. Corrían los años noventa. Entonces el tiempo no parecía irse tan rápido. Y era paseante universitario por la calle Sierpes y solía hallar protección contra la tormenta en la librería Antonio Machado con su leyenda libresca y resistente. Me buscaba entonces sin encontrarme. Tímido, algo apocado, pero ya enfermo de cine. ¿Dónde quedó aquella extrema delgadez, aquella llantina nocturna en un colegio mayor, aquella incertidumbre juvenil?
Solía ir al cine solo. Lunas de hiel la vi solo. De Polanski lo había visto casi todo. El cuchillo en el agua me había impactado en la adolescencia. En esa obra resonante estaban ya las claves del universo del cineasta. Lunas de hiel no fue demasiado bien recibida. Pero tenía sus cosas y Emmanuelle Seigner ya era musa del cineasta, entonces reprobada por la crítica. Hoy nadie duda de su capacidad como actriz que reafirma en Basada en hechos reales. De lo mejor de la película el duelo de actrices recorriendo la sombría trama.
Una escena de ‘Basada en hechos reales’.
Se dice que no es un gran Polanski. Pero el oficio está ahí. Y está el mundo libresco y las garras de la estresante vida moderna, de la fama, de la creación, de las fronteras entre ficción y realidad. El escritor o escritora, algo egoísta, que ha de hurgar en su verdad y en la de los otros para salvar el terror a la página en blanco, como ese ordenador abierto en una interminable y dolorosa página en blanco. Basada en hechos reales es asimismo un relato de soledades que se encuentran, la de la escritora Delphine y la del personaje que encarna Eva Green a quien siempre recordaremos en Soñadores de Bertolucci. Bertolucci, Polanski, cineastas perturbadores que muchos moralistas de la nueva ola llevarían a la hoguera, sin pensarlo. No es Polanski, precisamente, un ser angelical. Ya conocemos su vida y milagros. Pero nos sobran pontífices de la extrema pureza universal que dilapidan a Woody Allen, vía Mia Farrow, quien por cierto estuvo en La semilla del diablo y del monstruo Roman dijo que era “un hombre valiente, y brillante, importante para toda la humanidad”. Léase la biografía de Christopher Sandford sobre el polaco en T&B o el estudio de Joaquín Vallet en Cátedra. De ese modo ampliaremos los horizontes para entender al cineasta.
Roman Polanski.
No sé si Basada en hechos reales es una obra menor o mayor. Sé que Polanski sabe tejer los hilos de la intriga. Y filma maravillosamente. No son tiempos buenos para la lírica en el cine. El arte audiovisual está en las series —dicen— pero yo prefiero inyectarme en vena todo Polanski —incluido la inclasificable ¿Qué?— antes que tragarme Juego de tronos. Cada loco con su tema. Lo bello y lo siniestro. Catherine Deneuve en Repulsión, Nicholson en Chinatown, Isabelle Adjani en El Quimérico inquilino. Eso tan claustrofóbico que determina el cine de Polanski y que en Basado en hechos reales está también muy presente.
Me acordé del joven que fui viendo Lunas de hiel donde salía un desnortado Hugh Grant, actor imposible. No me reconozco demasiado en aquel joven indeciso que estaba a punto de perder a su padre. Son días de junio perturbadores, de verano en ciernes, de lecturas probables a la sombra de algún árbol acogedor. Veo el último Polanski y a la par termino la lectura de El dolor de los demás de Miguel Ángel Hernández. Más perturbación. Al menos ya se fue ese presidente perturbador que fue Mariano Rajoy Brey. Para descanso de muchos. Veremos lo que el futuro nos tiene preparados. En esta enconada España todo es posible.
