Respiremos juntos entonces

La palabra confinamiento es dueña de muchos sinónimos. Desde los que se adscriben a estados de agobio, opresión y ansiedad a otros más cercanos a una fase de  –sí, hay gente para todo– cierto bienestar intelectual y emocional.

En tu caso, piensas que reclusión no equivale a anomalía ni a bloqueo. Más bien al contrario, tu rutina coincide en bastantes puntos con esta insólita fase, prescindiendo, obviamente, de las causas que ahora la generan. En realidad, no añoras demasiado la cotidianeidad anterior al pasado 14 de marzo si exceptuamos determinadas cuestiones amistosas, laborales y, sobre todo, familiares que ahora no vienen al caso. Almuerzos y conciertos compartidos, sobre todo.

Por lo demás, tu tiempo matinal sigue estando ocupado por el trabajo. Llamémoslo ahora teletrabajo, más pendiente, todavía si cabe, de permanecer comunicado a través de webs, correos electrónicos y redes sociales. Tardes y noches vuelven a concentrarse en un salón cuyas cuatro paredes se cubren con los fetiches musicales, bibliográficos y cinematográficos que han conformado no solo tu criterio cultural, también tu propia vida. Eres quien eres gracias a ellos. Y a todos vuelves ahora una y otra vez, liberado de citas sociales, culturales o laborales. Ahí conviven en armonía libros, películas y series pero todos se apartan cuando la música pide paso, convertida en el más confortable refugio y estímulo.

A estas alturas, te resulta absurdo renegar de una educación cultural que ha asociado objeto y contenido de forma indisoluble. Llámalo fetichismo, mística, nostalgia o como quieras. Vale el streaming para chequear un disco o disfrutar de una serie pero nada se sitúa al nivel de abrir un libro o, sobre todo, de colocar un CD en el reproductor, un vinilo en el plato no, –nunca fuiste de casetes–, y acomodarte frente al equipo de sonido, con la cubierta entre tus manos, con oídos ansiosos. Y ese es el lugar, junto al puesto frente a tu ordenador, que más regularmente has visitado durante estas últimas semanas.

El menú ha sido variopinto y jugoso. Primero la obligación: un par de encargos para veteranas publicaciones con las que colaboras desde hace años: plural el primero, jazzístico el segundo. Cuatro cajas para un próximo número de la revista. Cuatro rescates donde escarbar sin miedo a verte enmarañado en las redes de la rutina. Para descubrir, para revisar, para explorar. Soul, pop, jazz cubano y jazz afroamericano. Sí, resultas un poco cansino con tanto jazz pero… ¿qué mejor propuesta que una música que habla de libertad en tiempos de encierro? Todavía más jazz en los textos para el periódico: un reciente viaje a Chicago espoleó tu deseo de conocer más sobre un sello local al que ya antes seguías atentamente la pista. Y la pesquisa no te decepcionó en absoluto por lo que el tema tenía que abordarse más temprano que tarde. Como remate, un artículo sobre un exponente del jazz andaluz que tanto y tan bien vibra en estos momentos. Hasta aquí tus (gustosos) compromisos.

El factor devocional se construye sobre una espontánea combinación de novedades discográficas y recuperaciones. Entre tanta posibilidad, la duda se toma su tiempo por más que los recién llegados no exijan ahora tanta prioridad. Poco streaming y mucho soporte. Sin orden ni concierto, según apetece, aunque la disposición de tiempo invite a acercarse más a cajas e integrales de cara a practicar detallistas inmersiones que buscan recobrar sensaciones y, a veces, descubrirlas.

Todos cumplen con una función reparadora y placentera, dirigiéndose a veces al corazón y otra al cerebro, renovando un papel que ningún otro puede ocupar. Sí, por tu tiempo también han pasado estos días Fleabag, Mariana Enriquez, Undone, Stephen Markley, El invisible Harvey, Chris Ware o Ad Astra, pero la música (reforzada por libros como Go Ahead In the Rain. Notas para A Tribe Called Quest de Hanif Abdurraqib o documentales del peso de Once Were Brothers, Beastie Boys Story  o The Two killings of Sam Cooke) te ayuda a ventilar más y mejor. Como si en vez de entre cuatro paredes te desenvolvieses en un diáfano y oxigenado territorio donde los límites solo los pones tú.  Respiremos juntos entonces.

African Head Charge: Drumming is a Language 1990 / 2011 (2020).

Bonny Light Horseman: Bonny Light Horseman (2020).

Carla Bley / Andy Sheppard / Steve Swallow: Life Goes On (2020).

Chairmen Of The Board: The Complete Invictus Studio Recordings: 1969-1978 (2014).

Dani Llamas: Grant (2020).

Iannis Xenakis: Alpha & Omega (2011).

Jeff Parker & The New Breed: Suite For Max Brown (2019).

Jeremy Cunningham: The Weather Up There (2020).

Junius Paul: ISM (2019).

Ken Vandermark: Resonance (2009).

Lluís Capdevila: Ètim (2019).

Makaya McCraven: Gil Scott-Heron. Were New Again (2020).

Manolo Pereira: Equilibrio (2019).

Nick Haeffner: The Great Indoors (1987 / 2020).

Propinquity: Propinquity (1972).

The Monochrome Set: 1979-1985: Complete Recordings (2018).

Varios: The Complete Cuban Jam Sessions (2018).

Varios: I Heard The Angels Singing: Electrifying Black Gospel From The Nashboro Label, 1951-1983 (2013).

William Basinski: The Disintegration Loops (2013).

William Parker: Wood Flute Songs / Anthology / Live 2006-2012 (2013).

Salvador Catalán

Autor/a: Salvador Catalán

Desde hace más de veinte años desarrollo mi labor profesional en el ámbito de la gestión cultural universitaria. Durante este tiempo también he abordado una permanente colaboración como crítico musical en medios generalistas (Diario de Cádiz, Diario de Sevilla, La Voz de Cádiz,...) y especializados (Rockdelux) y como programador de festivales y ciclos musicales.

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2 Comentarios

  1. Salvador Catalán

    No nos aburrimos, querida Marichú. Besos.

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  2. María Jesús Ruiz

    Querido Salvi: yo soy de las del bienestar en el confinamiento… Gracias por la música

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