Simios

Hay un rumor, todavía pacato e intermitente, pero de ademán imparable, que avisa de lo insoportable de la crueldad que los humanos practicamos sobre los animales. El cine, como tantas otras veces, se adelantó en advertirlo cuando en 1968 nos mostró a Charlton Heston abatido y arrodillado en el apocalíptico Nueva York mientras gritaba «Yo os maldigo a todos, lo habéis destruido».

Ese era el mensaje filosófico, moral, de la película de Schaffner, pero escondido entre líneas estaba también el mensaje antiespecista: estaba quizás en ese gesto de repugnancia que tanto Taylor como la Doctora Zira sostienen mientras se dan un beso de despedida, ambos se consideran superior al otro, y a ambos les resulta incomprensible el respeto que en su fuero interno hacia el otro sienten.

Como ha afirmado algún crítico cinematográfico, El planeta de los simios es «un demoledor retrato de la bestialidad humana», y añadiría yo que también un retrato de que hasta qué punto se exacerba esa bestialidad cuando nos invade el temor de que no somos superiores. Para el ser humano la igualdad parece insoportable.

El famoso beso de despedida de la película ‘El planeta de los simios’.

A una mayoría preocupante de españoles les inquieta la reciente ley sobre el régimen jurídico de los animales, por la cual estos pasan a ser considerados “seres sintientes”, dejando atrás su categorización como “cosas”. Solo VOX ha tenido la desfachatez de oponerse a la reforma, pero esto no me preocupa, para eso parece estar esta gente. Lo que más me preocupa es que el Presidente del Gobierno, cuando teme que su incómodo Ministro de Consumo le reste votos en las próximas elecciones, se ponga en modo cuñado y suelte esa necedad de “a mí, donde se ponga un buen chuletón…”. Lo más inquietante es que en la televisión pública se le siga llamando “maestro” a los toreros “de renombre”, o se le siga dando voz e imagen a esos restos inmundos de familia real que se retratan en la barrera de Las Ventas por San Isidro.

En el humor mal entendido se esconde, a veces, la cara oculta de la mezquindad y de la ignorancia. Tomarnos a broma que los perros o los gatos o los elefantes o las ovejas o los toros son “seres sintientes” no es humor, sino espanto ante una igualdad que interpretamos como amenaza. El mismo espanto que sentían los que hace un siglo insultaban a las sufragistas llamándolas “hermafroditas” o “machotas”.

Sensato amigo lector: imagino su boca torcida tratando de esbozar una sonrisa ante esta comparación entre feminismo y animalismo que acabo de hacer. Bueno, ni usted ni yo lo veremos, es muy probable, pero la próxima revolución silenciosa (y sintiente) será la de los animales y los seres humanos tendrán entonces que encajar que, esencialmente, todos somos simios.

María Jesús Ruiz

Autor/a: María Jesús Ruiz

María Jesús Ruiz es doctora en Filología Hispánica, profesora de la Universidad de Cádiz, ensayista y narradora. Es especialista en literatura de tradición oral y patrimonio cultural inmaterial. Sus últimos libros publicados sobre el tema son 'El mundo sin libros', ensayos de cultura popular (2018) y 'Lo contrario al olvido', de memoria y patrimonio (2020).

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