Fugaz encuentro con Juan Vida, Luis García Montero y Walter Benjamin

“El ángel de la historia” en No puedes ser así (Breve historia del mundo)

Es posible que se haya extendido la opinión de que el último libro de poemas de Luis G.M., No puedes ser así (Breve historia del mundo) –Visor, 2021–, supone una vuelta de tuerca en la poética del autor. Y creo que será tan fácil como difícil demostrarlo: depende de lo que busque y encuentre la mirada de quien lo lee. Yo encuentro tantos ecos y conexiones con el pasado que solo me atrevo a decir que lo que ha cambiado fehacientemente es su edad, y con ella los temas y enfoques de unas siemprevivas preocupaciones, certezas y dudas que el paso del tiempo y las transformaciones del mundo han asentando en la conciencia.

Pero empecemos por el principio.

Juan Vida

El primer contacto físico con un libro es a través de la vista, del tacto y hasta del olfato (dicen los más sensibles). Eso nos remite al diseño y presentación del libro, a cargo de Juan Vida, como el resto de la colección Palabra de Honor. Un diseño cuidadísimo, elegante, con un dibujo del rostro real del autor sesentón que captura una cierta mirada caída y melancólica.

Portada de Juan Vida.

Pero sobre todo está la portada. Para mi gusto una gran portada, oscura, inquietante, tal vez engañosa a primera vista, con un leopardo como personaje central, pero donde el felino, más que un vigoroso depredador al acecho, parece envejecido, decaído o cansado, de vuelta o perdido en un bosque crepuscular y fantasmagórico (¿el bosque de la historia?). Su lomo no está arqueado amenazante, no vigila agazapado o emboscado, sus pasos son cortos y su mirada, caída como el retrato del autor, no comunica ferocidad. Como un ángel en retirada, con todo el peso de su historia, la de su especie, tras él. Una magnífica portada de Juan Vida, desde luego.

Luis García Montero

Adentrándome ya en el libro, debo advertir en primer lugar que no voy a abordar su contenido completo. Esa es una tarea que me derrota solo con pensarla. También he de confesar que no soy poeta ni crítico ni académico, pero sí me tengo por un lector veterano, atento e intuitivo. Con esta discutible especialidad como único bagaje, me he atrevido a hacer una lectura de dos poemas del libro de Luis G.M. (“El ángel de la historia” y “No desaparecidos”) y relacionarlos con una reflexión del filósofo Walter Benjamin, la número IX de sus Tesis de filosofía de la historia (o Sobre el concepto de historia, como las tituló Adorno).

Luis García Montero ha sido y es un gran y singular  poeta, no solo por su especial sensibilidad hacia lo cotidiano que desnuda la historia, o visto de otra forma, por su capacidad para crear una atmósfera sencilla identificable al primer vistazo en la que nos reconocemos sin remedio y donde podemos ver, oír y sentir nuestra propia presencia. Y esto desde siempre: «Será porque el amor tenía entonces / el color  de las lámparas de gas / y yo tan pocos años que miraba / caer en las hamacas / una lenta experiencia de cansado / septiembre». (“Paseo marítimo”. El jardín extranjero, 1983). Su singularidad también alcanza a su personalidad de intelectual. Su pensamiento, sus preocupaciones, su forma de estar en el mundo social y político son tan reconocibles como su poética (porque son su poética) y, a pesar de otras opiniones que claro que las hay, faltaría más, yo afirmo que ese estar en el mundo es honesto, comprometido y leal. ¿Leal a quién, a quiénes? A la lucidez que sus mayores y maestros han ido fiándole, a la buena gente, a los vencidos de la historia, a lo público y la política como responsabilidad, al compromiso por mejorar el presente, a la esperanza escéptica en los sueños realizables, a la amistad sincera. No son deducciones, sino afirmaciones propias del poeta en libros, artículos y entrevistas que me convencen después de disfrutar su amistad y seguirlo largo tiempo.

Con el paso del tiempo, los versos del poeta ya no son los mismos: «Cumplida cierta edad, y me permito / hablar del mundo y de mis años, / el corazón parece un bar de carretera. / Llega un viajero, busca / un lugar libre, pide cualquier cosa, / se acomoda al murmullo de la tarde» (“Pasa la vida”. No puede ser así, 2021). No es la misma la forma que toman en el poeta las emociones, las preocupaciones y la melancolía, pero sí su poética, con la que Luis G.M. ha mantenido una feliz relación de sinceridad y de veracidad, creo yo.

Luis García Montero.

Envejecemos siempre, desde el primer momento, pero envejecer es algo que descubrimos solo con cierta edad. El paso del tiempo en la edad avanzada es un proceso que nos arrastra a los seres humanos a un universo de ciertas semejanzas. Desde luego, así es cuando nos reconocemos en una realidad socioeconómica parecida y en experiencias generacionales próximas, pero creo que, además, nos acerca aunque estemos alejados por decenas de años o no compartamos exactamente el mismo estrato social. La vejez y su cercanía nos remite a la memoria casi inevitablemente. Y la memoria, más allá de los concretos recuerdos personales, supone en gran medida una reflexión sobre la historia vivida, sobre cómo comprendemos y nos reconocemos en esa historia. Este último libro (No puedes ser así. Breve historia del mundo) trata de eso, de historia desde la memoria del poeta e intelectual ya en el curso del envejecimiento. Es un manual poético de una historia fragmentaria del mundo construida desde la experiencia de su memoria y su conocimiento. Pero creo que esconde algo más: nostalgia, heridas y tristeza, un quejío –expresado en términos flamencos que no le son extraños al poeta– que atraviesa sus años en ese momento de la experiencia en que sin llegar una plena vejez abandonamos la edad de madurez. Una época complicada por otros motivos personales muy tristes, más en medio de una intensa vida pública y no pocos señalamientos. Este algo más que me ha impresionado es, para mí, el otro libro que ha escrito Luis García Montero, para sí mismo en primer lugar.

Entre los poemas del libro he escogido dos que me han agitado especialmente. La historia tiene eso, que hay periodos a los que nos sentimos más vinculados. Ese periodo en el que ambos poemas descansan es la historia de la construcción y crítica de la modernidad contemporánea. Uno se titula “El ángel de la historia” y el otro “No desaparecidos”


EL ÁNGEL DE LA HISTORIA
¿Vas a hablar de la historia?
Pues mírate a los ojos si tienes un espejo
y sigue cuesta abajo.
Los cuerpos frente a frente.
La distancia es  un  lujo
que no te puedes permitir.
Hombre de ojos enfermos,
tú que llenas las bolsas de la edad
con la renta pesada del insomnio,
olvida tus quimeras.
Eres tan solo dientes, piel manchada,
arrugas imposibles,
sueños mal afeitados,
 vientre absurdo,
clavícula dañada,
sonrisa vieja que se queda fría
cuando cae de cintura para abajo.
La edad, maldita sea,
un paisaje ruinoso
Y luego está el humor
del que aprendió hace tiempo a resistir
a costa de reírse de sí mismo.
En un desnudo cabe cualquier cosa
mientras pasan los años:
las cicatrices familiares,
los recuerdos más tuyos como heridas cerradas,
lo que te hizo huérfano,
lo que  te da una herencia de ocasiones perdidas,
las huellas con estrías del que va contra el mundo
y vuelve la cabeza para mirar atrás.
Una forma de verse cara a cara.
Eso eres tú, mi amigo,
el ángel de la historia.
•••
NO DESAPARECIDOS
Como el cuerpo enterrado en la cuneta,
como la ropa de la víctima,
como los testimonios de una vida borrada,
como la huella del dolor anónimo,
perdido viento de la historia
que regresa un segundo
y pasa por tus ojos
Así quiero dejarte mis poemas

 

Walter Benjamin

Pienso que Walter Benjamin (Berlín, 1892 – Portbou, España, 1940) es al pensamiento sobre la modernidad, y particularmente a la filosofía de la historia moderna, lo que la poesía a la literatura. Su percepción extraordinaria de lo significativo, su agudeza crítica, su interpretación de los detalles y su personalísima y característica profundidad metafórica, son elementos que se conjugan habitualmente en sus escritos con inusual originalidad (y no solo en los estrictamente filosóficos), y tal vez por eso es tenido por un pensador y escritor incomparable y no fácil, como tantas veces le pasa a la poesía cuando no estamos familiarizados en captar la realidad y los hechos a través de su lenguaje, o como ocurre con un poema que se nos cierra hasta que ilumina nuestra mente para terminar explicando en pocas líneas lo esencial de un pensamiento o de una experiencia que reconocemos.

Benjamin, de origen familiar judío, huyó de la persecución nazi en Alemania y acabó refugiándose en un pequeño hotel de la ciudad fronteriza de Portbou, en España, adonde llegó atravesando los Pirineos con la intención de viajar a Estados Unidos desde Lisboa. Pero quedó retenido por las autoridades y se suicidó temiendo su devolución a los nazis en la Francia ocupada.

‘Angelus Novus’. Paul Klee, 1920.

Tesis de filosofía de la historia (Sobre el concepto de historia). Walter Benjamin, 1942. Tesis IX: «Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. Representa a un ángel que parece estar a punto de alejarse de algo en lo que está clavada su mirada. Sus ojos están desorbitados, la boca abierta, las alas desplegadas. El ángel de la historia tiene que parecérsele. Tiene el rostro vuelto hacia el pasado. Lo que a nosotros se presenta como una cadena de acontecimientos, él lo ve como una catástrofe única que acumula sin cesar ruinas sobre ruinas, arrojándolas a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer los fragmentos. Pero desde el paraíso sopla un viento huracanado que se arremolina en sus alas, tan fuerte que el ángel no puede plegarlas. El huracán le empuja irresistiblemente hacia el futuro, al que da la espalda, mientras el cúmulo de ruinas crece hasta el cielo. Eso que nosotros llamamos progreso es ese huracán»

Las Tesis de Benjamin son indudablemente políticas o filosófico-políticas. Lo personal en ellas es el peso de la cultura de origen judío del filósofo y la experiencia del nazismo y la persecución particular de este pueblo. Benjamin critica en las Tesis una forma positivista moderna de explicar la Historia, donde el devenir está impulsado por una determinación causal intrínseca a la naturaleza y al desarrollo humano, y está inscrito en una sucesión de hechos que mejoran desde el pasado hacia el presente con el curso histórico: el presente supera el pasado y el futuro no existe como preocupación filosófica porque está escrito en ese impulso que llamamos progreso. Walter Benjamin denuncia varias cosas, entre otras: la esperanza en un mundo moderno asimilado culturalmente como tiempo e historia de constante progreso, entendido este como avance y ascenso humano; la reducción de la experiencia humana a experimento científico; y la severidad e impenetrabilidad de la razón científica pura para interpretar todo ámbito de conocimiento humano.

Las guerras mundiales, el nazismo y el fascismo, las innumerables guerras regionales y locales, la experiencia soviética y la de quienes han girado en su órbita geográfica o político-cultural, el endurecimiento terrible del capitalismo actual de rostro neoliberal, el terrorismo por motivos religiosos y políticos, los obstáculos a la mejora del bienestar general y la igualdad, el desarrollo de los nuevos populismos y extremas derechas, los desequilibrios y mengua de la vida animal y de la naturaleza, la crisis climática y el deterioro del aire y el agua, etc., invitan a considerar y admitir que una estela de ruinas y catástrofes tapizan el provecho proporcionado a la humanidad por el progreso histórico. Walter Benjamin nos hablaba de eso. La mirada sobre el tiempo y la historia no puede ser jubilosa. Dejar atrás el pasado, creer que lo hemos superado, no supone necesariamente cerrar las puertas al horror. La guerra en Ucrania nos lo vuelve a recordar hoy por enésima vez.

Y de alguna manera, creo yo, esa mirada de Benjamin, una mirada no definitivamente pesimista, pero sí escéptica y crítica sobre la Historia, el pasado y el futuro, o lo que es lo mismo, sobre las ambivalentes consecuencias del paso del tiempo en la humanidad, esa mirada conecta en el plano personal con una sentimentalidad melancólica y reflexiva sobre el paso de nuestro tiempo, conecta con la mirada al pasado personal y colectivo cuando nos sentimos en la proximidad de la vejez, con la mirada sobre la historia, donde se encuentran explicaciones confrontadas (de vencedores y vencidos) que descifran el propio pasado y el presente como un proceso donde la intervención consciente y sentimental de los seres humanos, y no una mecánica de leyes propulsoras, crean este presente y pondrán las bases de unos u otros futuros. Por eso, hablar de la Revolución Francesa, de las Mujeres ignoradas, de los exterminios Conquistadores, de la Inquisición, de la Ciencia y de la Conciencia, de la Memoria incrustada en los huesos aún enterrados en las cunetas… Por eso recordar que hablar de la historia es mirarse a los ojos en un espejo y ver lo que somos a través, también, de nuestra propia edad; aceptar en la edad, maldita sea, un paisaje ruinoso en el que cerrar heridas y reconocer las huellas del que va contra el mundo y vuelve la cabeza para mirar atrás.

Eso somos nosotros, amigos, el ángel de la historia.

José Federico Barcelona Martínez

Autor/a: José Federico Barcelona Martínez

José Federico Barcelona Martínez nació en 1957 en La Unión, pueblo minero de Murcia. Desde 1974 reside en Granada. Ha estudiado Biología y Educación Infantil. Ha sido docente en las Escuelas Infantiles Municipales de Granada – Fundación Granada Educa, desde su fundación hasta su jubilación. Su trabajo literario ha sido distinguido con diversos premios y reconocimientos, entre otros: I Premio Internacional de Cuento Universidad de Antioquia-Premios Nacionales de Cultura de Colombia; XX Concurso Internacional de Cuentos Ciudad de Marbella; Finalista en los Premios de Literatura Ciudad de Reikiavik al mejor álbum infantil ilustrado publicado en Islandia-2020; Finalista en los XXIX Premios Andalucía de la Crítica; Finalista del XXXIV Concurso Internacional de Cuentos Max Aub. Entre sus publicaciones se encuentran los libros de relatos ‘Una semana redonda’ y ‘Transterrados y durmientes’, y el álbum infantil ilustrado ‘El oso blanco y la hormiguita’, publicado en islandés, castellano y catalán.

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1 Comentario

  1. María Jesús Ruiz

    Qué maravilla de texto. Muchas gracias

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