‘Una giornata particolare’

Nunca me gustó Sophia Loren, mucho Marcello Mastroiani, pero en Una giornata particolare están los dos divinos. La he recordado porque ayer no había ruidos a mi alrededor, podía abrir las puertas de mi estudio, como cuando hay fiesta nacional, que era el caso del tempo de la película, y favoreció que ellos se encontraran. Todos en la urbanización de bloques, fruto del desarrollismo urbanístico de los años veinte del siglo XX, se habían ido al desfile convocado por el Ducce (Mussolini). Eso propició el encuentro, y el amor, entre un homosexual y una señora. La señora tenía un marido, un camisa negra (aquí camisas azules), habitualmente en casa con camiseta interior blanca sin mangas (no como Marlon en Un tranvía llamado deseo, más bien al contrario, pero puede servir como imagen cinematográfica), pero el hombre, sin interior, fascista y mal encarado (como vienen siendo todos los hombres sin interior, o sea, cualquier que tenga un “ismo” como ideología), se va con su hijo al desfile para aclamar al “patrio” (¿se puede decir eso?, o quizás mejor “nacional” o “nacionalista”, porque patriótico era Antonio Machado y está en una tumba en Colliure, y sobre su tumba flores en botellas de agua de plástico). A aclamar al Franco de Italia, vamos.

Total, que ayer mi “residencial” estaba en calma, la piscina vacía, no había barbacoas, no había criaturas escandalizando las zonas comunes (algunas verdes). Era lunes y Fiesta Nacional. Felicidades, Pilar. Me encanta que todos se vayan y quedarme en casa, los pajaritos se oyen, y no tener la obligación de ir a Grazalema a ver patéticas representaciones de bandoleros y tener que esperar hasta las 17:30 para comer, o a hacer colas en la Alhambra, o encontrarme los senderos y caminos llenos de gente, seguro que mucha conocida, como si fuera una Calle Mayor (homenaje a Bardem / Berlanga).

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También me evoca esta posible circunstancia una narración radiofónica que escuché hace años en un programa de Goma Espuma (no me gustan), titulada “El catálogo de Ikea, que ella no lo vea: un gaditano en Ikea”. Reproduzco el tramo que me recuerda la situación: “Nada más sentarme en el salón, se me sentó al lao er góme. Un hijoputa que estudió conmigo en los salesiano y al que no podía ni ve. Tiene cojone; to la vida sin saludarno por cádi y ahora sentao a mi lado en el salón de un piso de 22 metros cuadrados en Sevilla.… La sensación era como si subiera colao en mi casa por la cara. Me levanté mosqueao y me fui pal dormitorio esquivando gente por el pasillo. Allí estaban dos de las marías metiendo en los bolsos to los libros de las estanterías, y les dije: -señoras, que esos libros están en sueco… a lo que me respondió una: – si no es pa leerlos hijo, me los llevo porque me van mu bien con las cortina”.

Por eso me encanta quedarme en casa, como Brassens, cuando suena la música militar (“en el buen sentido de la palabra”) para celebrar glorias patrias. Puedo pensar y escribir, porque no suena la rotaflé y los niños/as ya no gritan, o sí, pero en Ikea o en el “campito”.

Julián Oslé

Autor/a: Julián Oslé

Julián Oslé Muñoz es Técnico de Cultura del Ayuntamiento de Guadalcacín desde 1997 y en los últimos treinta años ha sido gestor cultural en diferentes instituciones. Es director de teatro y, en su vertiente de historiador, autor de varios libros sobre fotografía histórica.

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1 Comentario

  1. No le gusta a usted ni la Loren ni gomaespuma ni la gente con ideología ni la fiesta nacional ¿la peli?

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