Morir de amor
El viernes santo de 1520 —en pocos días se cumplirán 500 años—, fallecía en Roma el joven pintor Rafael de Urbino. La ciudad entera lloró su muerte. De una manera repentina, a finales de marzo, el artista favorito de León X, contrajo unas fiebres y los médicos, siguiendo la costumbre de la época, procedieron a sangrarlo. No pudieron evitar su muerte unos días más tarde, en los primeros días del mes de abril, el mismo día en que...
Santa Clara-a-Nova, de tiempo y agua
Desde el Monasterio de Santa Clara-a-Nova, Coimbra se ofrece a la vista casi por entera, encaramada sobre el cerro que asciende desde el río que separa ambas colinas. La catedral nueva y la vieja universidad coronan la acrópolis. Por debajo, los tejados rojos y los muros blancos permiten adivinar las vertiginosas cuestas que componen el trazado de buena parte de sus calles. Por ellas se ven ya largas procesiones de caminantes,...
Santa María la Real de Piasca: románico entre montañas
Sobre el cielo del desfiladero, a ratos de un intenso azul y a ratos cubierto de oscuros nubarrones grises, me cruzo con el vuelo de algunas de las numerosas aves que habitan en la zona. Mis pobres conocimientos solo me permiten reconocer un buitre, al menos eso creo, dejándose arrastrar por el aire con sus alas extendidas, sin aparente esfuerzo. De cuando en cuando parecen tomar impulso agitándolas levemente. Vuelan atentas a los...
Zaha Hadid, construir lo imposible
He pasado una semana de este último verano en Viena y he vuelto —¡a mi edad!— enamorado. Ya sé que dicen que los amores de verano son intensos, pasionales, inolvidables. También dicen que son pasajeros, aunque esto último me parece a mí que no va a ser, quizá porque a diferencia de otros, no ha sido este un encuentro casual e inesperado, sino al contrario, buscado. La atracción ya estaba ahí y solo quedaba confirmarla. Mujer y...
Joselito, amado de los dioses
Aquella tarde de sábado de primavera, a las siete de la tarde, el rumor empezó a circular por Madrid entre susurros y exclamaciones de incredulidad, rápido como una exhalación. En un par de minutos, —“no hay hipérbole en ello” escribe un periodista de la época—, la noticia se propagaba de boca en boca por cafés y teatros, al tiempo que los telegramas llegados de Talavera confirmaban la tragedia. Aquel 16 de mayo, un estruendo retumbó...