Sus composiciones fueron versionadas por Scott Walker, Four Tops, Rod Stewart, Paul Weller, Mark Lanegan, Colin Blunstone, la pareja formada por Johnny Cash y June Carter, Sarabeth Tucek o unos Okervill River que tomaron su “Black sheep boy” para titular un álbum de evidente inspiración y dedicatoria. Algunos de ellos también formaron parte del aquel homenaje bautizado Reason to Believe: The Songs of Tim Hardin (2013) y hasta se cuenta que el hermético Bob Dylan lo señaló en su momento como el mejor compositor vivo de su país, interpretando composiciones suyas como “Lady Came From Baltimore”. En cambio, la figura de Timothy James Hardin (1941-1980) pasó a formar parte desde su temprana muerte de esa galería de outsiders, reivindicada por especialistas y curiosos pero ignorada por un gran público que llegaba a su música a través de otros, sin conocer quién se encontraba realmente detrás de aquellas fantásticas canciones contenidas en discos como Tim Hardin 2 (Verve Forecast-UMG–Elemental Music, 1967/2023).
No fue Hardin un hombre cuya vida reflejara escrupulosamente el perfil cercano y afectivo que transmiten algunas de sus letras y canciones. Más bien al contrario, su relación con las drogas, iniciada cuando siendo deportista sufrió una lesión y las descubrió como alivio, selló una tormentosa trayectoria que se movió entre la dura realidad y una ficción alimentada por sus fantasías e indolencias. Lo cierto es que aquella inicial vocación teatral, que lo llevó de su Eugene (Oregón) natal a Nueva York, se trocó en cantante y compositor para destapar un talento que desbordaría con creces los perfiles arquetípicos del folk-singer y que ni siquiera la heroína pudo arruinar.
Secundado por nombres de la reputación de John Sebastian (Lovin’ Spoonful), el vibrafonista Gary Burton o Felix Pappalardi (Mountain) y producido por Charles Koppelman y Don Rubin, Tim Hardin 2 fijó una segunda entrega discográfica en la que se alojaron brillantes composiciones como aquel “If I Were a Carpenter” que popularizara Bobby Darin, ese homenaje plagado de paralelismos vitales llamado “Tribute to Hank Williams” o el ya citado “The Lady Came From Baltimore”, tema que Hardin dedicó a su esposa, la actriz Susan (Moore) Yardley. Ambos aparecen en la portada, fotografiados en una ventana de su casa de Los Angeles, estando ella embarazada de su hijo Damion. Un poema propio se inscribe en la contraportada de un disco que gira en torno a dichas y desdichas del amor, situado sin duda en la cúspide creativa de aquellos sesenta, pero bajo cuya tersa capa de guitarras acústicas o arreglos de cuerda de Artie Butler siguió quemándose una personalidad torturada, alimentada por el miedo escénico o por esa dependencia de las drogas que lo conduciría a la muerte un 29 de diciembre de 1980, unas semanas después de que la desaparición de John Lennon eclipsara la suya propia: más madera para un malditismo que nunca llegó a enturbiar la pasión contenida en este maravilloso disco, recuperado
ahora en edición limitada de vinilo de 180 gramos, gracias al acuerdo para España y Portugal entre Universal Music Group y Elemental Music.
+4
Fred Neil. “Fred Neil” (Capitol Records, 1966).
Tim Hardin. “Suite For Susan Moore and Damion – We Are – One. One, All In One” (Columbia, 1969).
Karen Dalton. “In My Own Time” (Paramount Records; 1971).
Judee Sill. “Judee Sill” (Asylum Records; 1971).