Portbou a través del panóptico de Nora Ancarola

Poco después de ver la exposición Panóptic_Frontera 601 de Nora Ancarola, e incitada por ésta, fui a visitar el memorial a Walter Benjamin y a conocer el pueblo fronterizo de Portbou. Esta excursión fue como un déjà vu de lo vivido en la exposición de Nora. No estuve exactamente en la Caseta de los Alemanes, pero si sentí el peso de la memoria instaurado en un lugar bello y terrible (al mismo tiempo) en ambas ocasiones. Quizás porque visité Portbou y la tumba de Benjamin en un día dudosamente soleado o porque era temporada baja en la localidad costera o quizás porque ya llevaba una idea preconcebida de a dónde iba, el ver este pueblo situado en un golfo, con un bunquer nazi en un extremo y el memorial al otro, no me dejó indiferente.

Al igual que no lo hizo la exposición de Nora Ancarola.

Una de las piezas del memorial a Walter Benjamin en la ciudad fronteriza de Portbou.

Al entrar en esta muestra te encontrabas en una habitación oscura y rodeada de frases que, independientemente de si sabías de dónde venían o no, no te dejaban impasible: “Quería gritar pero no debía”, “No es un sueño”, “No respires”. Frente a ti había colocado un espejo negro en el que te podías ver reflejada y justo abajo una frase de Walter Benjamin: “La tradición de los oprimidos nos enseña que el estado de excepción en el que vivimos es la regla general”.

Si avanzabas y dabas la vuelta al espejo descubrías que era un espejo espía, como los utilizados por la policía para interrogar. Tras esto ya no te parecía tan inocente el hecho de haberte visto reflejada en un espejo. De alguna manera, sentías que habías sido observada o engañada de una manera fácil y sin imposiciones. A continuación entrabas en el panóptico.

En el panóptico te encontrabas envuelta en un bello paisaje, el mismo que se puede ver a través de la Caseta de los Alemanes. Además, veías reflejadas fotografías aleatorias que una pequeña cámara había tomado de aquellos que se habían visto reflejados en el espejo, y de nuevo te sentías dentro de un juego al que no habías decidido jugar. No solo habías sido observada por ese espejo, habías sido captada y había quedado testimonio de tu estancia allí. Te veías reflejada en el paisaje del panóptico y por lo tanto pasabas a formar parte de ese sistema de control.

La pieza ‘No puc obrir el puny’ de ‘Panóptic_Frontera 601’ de Nora Ancarola

Con esto la artista nos hace reflexionar sobre cómo años después de que Betham diseñara su sistema de control panóptico para las cárceles éste ha sido instaurado en nuestra sociedad de una manera tan sumamente explicita que nos mostramos indiferentes, aún a sabiendas de que somos vigilados constantemente: cuando nos graban las numerosas cámaras de seguridad que hay por las ciudades, cuando accedemos a dar nuestra ubicación desde nuestros teléfonos, cuando ingresamos nuestros datos bancarios en cualquier página de Internet y un largo etcétera.

Sabemos todo esto pero, como no nos sentimos identificados con el prototipo de persona a la que interesa vigilar (el que roba, el que se cuela en el metro, el que huye de las autoridades…), damos nuestro permiso para que esta vigilancia sea posible, y es más, damos gracias porque ésta exista porque así nos sentimos seguros. Nos hemos convertido en los Cuerpos Dóciles de Foucault: “Es dócil un cuerpo que puede ser sometido, que puede ser utilizado, que puede ser trasformado y perfeccionado”. Me vino a la mente, mientras reflexionaba sobre todo esto en la exposición, el eslogan del Partido de 1984 de Orwell: “La guerra es la paz. La libertad es la esclavitud. La ignorancia es la fuerza”, escrito, por cierto, hace ya setenta años.

Antes de entrar en la sala de la muestra, a la derecha de la puerta, podías ver una pequeña pieza de plata con el título No puc obrir el puny. Sin querer comparar mis emociones con las de la persona que dictaba esta frase (un joven inmigrante), con ese sentimiento de angustia terminé de ver la exposición, y también terminé de ver Portbou. Algo contradictorio. Como si al meterte en la boca un pastel con una gran apariencia éste estuviese amargo.

Carmen Benítez Robles

Autor/a: Carmen Benítez Robles

Carmen Benítez Robles (Cádiz, 1995) es pintora y cursa el máster Estudis Avançats en Historia de l'Art en la Universidad de Barcelona. Forma parte del colectivo La Máquina, donde tiene su taller y desde donde realizan numerosas exposiciones y actividades relacionadas con el arte. Su principal línea de trabajo parte del paisaje, a través del que se expresa y crea sus obras.

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4 Comentarios

  1. María Jesús Ruiz

    Qué alegría y que honor leerte! Cuando vayas a USA pasa por Philadelphia y visita el panóptico de su vieja cárcel, quedarás extasiada y probablemente querrás pintarlo. Besos

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    • Carmen Benítez Robles

      Pues sí, probablemente. Aún tengo pendiente pintar Portbou. Gracias por leerme.

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  2. Buen artículo. Que gran verdad y lo cambio a mi criterio: «Para la paz, guerra, si quieres libertad es necesario ser un esclavo, los más fuerte siempre son los ignorantes, es duro pero es así, para cambiarlo, debemos perseverar en el conocimiento. Sigue ahí, en la «guerra»

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    • Carmen Benítez Robles

      Muchas gracias.

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