Madrid en tres vuelcos

La bajeza y mezquindad del ser humano me atrapan. Hay riesgo y amenaza en las palabras. Un movimiento brusco me hace alzar la vista. Viajamos en un tren dirección Madrid. Leo Lluvia fina, de Luis Landero. A mi lado, Variaciones sobre Budapest, el maravilloso librito de Sergi Bellver, descansa entre las manos de N.
Nos miramos. Sonreímos. ¿A dónde vamos?, nos preguntamos, cómplices, callados.

Madrid nos recibe ya avanzada la noche, con el tiempo preciso para dejar las cosas y salir a cenar. Deambulamos por el centro. Plaza Mayor y alrededores. Tomamos algo en un bar que conocemos –somos seres de costumbres– mientras en la televisión nuestros líderes políticos intentan zamparse entre ellos en un debate electoral.

La fascinante vista de los tejados de Madrid bajo una lluvia suave, pero tenaz. “Y entonces nos aterroriza el amanecer, el momento tan temido de levantarnos y cargar de nuevo con el fardo de un nuevo día…”. Leo a Landero. Por suerte para nosotros, la ficción de don Luis en nada se asemeja a nuestra realidad, excepto en esa lluvia fina que, a veces impetuosa, acompañada de frío y ráfagas de viento, nos escoltará durante dos días en la capital del reino.

Frente al café con churros y tostadas, evocamos aquel Budapest en el que estuvimos hace unos años, y que tan certeramente retrata Sergi Bellver, en un viaje literario y personal, seductor, al corazón magiar del pasado Imperio Austrohúngaro.

Desde restaurante Santander.

¿Objetivos? En una escapada tan corta como esta, han de ser igualmente humildes: pasear, visitar museos, quizás ir al cine. Posiblemente sea la escapada en sí, huir por unos días de nuestros propios día a día.

Bajo la lluvia caminamos por La Latina (donde también viven Gabriel y Aurora, personajes centrales de la novela de Landero). La Bobia, aquel bar de encuentro de punkis y otras tribus urbanas, escenario de una de las escenas de Laberinto de Pasiones de Almodóvar, ahora reconvertido en sidrería. Los recuerdos de un tiempo pasado. Los amigos. Una peluquería –Unisex Toledo 65– junto al Teatro de La Latina, de la cual terminaré siendo cliente. Ronda de Toledo. Visitamos La Casa Encendida, algo apagada a esas horas tempranas. El Reina Sofía anda cerrado. El CaixaForum nos sirve de refugio improvisado. Exponen Toulouse Lautrec y el espíritu de Montmartre. Un viaje por el París bohemio de entre siglos. En el Museo del Prado las colas de paraguas son abrumadoras. Cogemos un metro y nos plantamos en Malasaña. Canturreo la canción de Juan Perro. «Dos de mayo. Poco importa de qué año. Para ser republicano no hace falta que te pongas banderitas en la mano. La república es la calle. Y el universo es el barrio».

Visitamos el Museo del Romanticismo, en el antiguo palacio del marqués de Matallana. Es agradable y sugerente pasear por sus salas, contemplar los objetos históricos, artísticos, personales. Por momentos nos imagino ataviados con ropajes de época, danzando alegres a los compases de El Danubio azul. La muestra permanente se centra en la vida cotidiana del siglo XIX, y su especial relación con el Romanticismo. Al salir, me hago con Paseo literario por el Madrid de Larra, de Carlos Herrero Álamo.

Comemos en la Gran Cafetería Santander, un clásico, de esos lugares donde el tiempo parece haberse detenido, aunque la calle ruja tras sus ventanales. Un filete de pollo empanado, huevo frito y patatas panaderas. Salmón con verduras.

Dos cafés, por favor.

Cebolletas, guindillas y salsa de tomate

Tras descansar, paseamos por Gran Vía –ay ese Madrid Central, ay las elecciones, ay Carmena– hasta la Plaza de España. Muy cerca se encuentra la Plaza de Emilio Jiménez Millas, conocida como Plaza de los Cubos por la escultura de Gustavo Torner de la Fuente. También hay unos cines. Vemos Dolor y Gloria.

Al salir cenamos de tapas. Nos ha gustado a ambos la película. A N. más que a mí. Hay algo que no me acaba de convencer. Pero, no sé lo que es. La lluvia y el desapacible viento invitan al refugio.

Un nuevo día, el último de esta breve evasión. Los churros me resultan innegociables. ¿Me pone otra de?

Pasear bajo la lluvia un poco a verlas venir. Congreso de los Diputados. Sol. Librería de San Ginés. Catedral de la Almudena y Cripta. Cuánto ilustre enterrado. Yo diría que no cabe ni uno más…

No muy lejos, junto al monasterio de la Encarnación y el edificio del Senado, damos con –en la calle del mismo nombre– uno de los restaurantes más antiguos de Madrid, La Bola. Para muchos, el mejor en cuanto a cocido madrileño se refiere. Lo habitual es que el aforo esté completo. Y así nos parece al entrar. Un camarero, sin embargo, nos guía por las salas decimonónicas de la taberna. Hay una mesa libre en la última. Hemos tenido suerte. La próxima habrá que reservar.

En el centro de la mesa un plato con cebolletas, guindillas y una salsera con salsa de tomate condimentada con comino.

Segundo vuelco del cocido de La Bola.

El manjar madrileño se cocina aquí en pucheros de barro individuales sobre brasas de carbón de encina. Y se sirve en tres vuelcos. El primero es el plato con fideos, que se han cocinado con todo lo demás. Una vez tomas la sopa, viene el segundo, siempre servido por el camarero. Los garbanzos, la carne de morcillo, el chorizo, el tocino, la gallina, la patata y el hueso de jamón. Cuando andas imbuido en el plato fuerte se acerca de nuevo el camarero y te sirve el repollo en la cantidad que quieras. Es el tercer vuelco.

Espectacular. El camarero, por cierto, nos aprobó en nuestra condición de comensales (no resulta fácil acercarse siquiera a “terminárselo todo”). Al salir de tal templo gastronómico, incluso el sol apareció en el cielo de Madrid para saludarnos.

Por la tarde vimos la última de Clint Eastwood en los cines Ideal. Quedamos encantados con el ‘viejo’, aunque si desean un certero análisis, de le película y de Eastwood, tecleen en Internet «Mule» y «Luis García Gil».

En el tren de regreso a Cádiz terminé Lluvia fina. Una novela dura, cuyo final estremece. “Hay algo en las palabras que, ya de por sí, entraña un riesgo, una amenaza, y no es verdad que el viento se las lleve tan fácilmente como dicen. No es verdad”. Una delicia leer a Landero.

El tren avanza imperturbable mientras observo a N. adentrarse en La Habana de Leonardo Padura.

¿A dónde vamos?

José Rasero Balón

Autor/a: José Rasero Balón

José Rasero Balón (Alhucemas, 1962). Soy autor de los blogs 'E la nave va!' y 'Humanos' (www.joserasero1.com) con fotografías realizadas en Holanda, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Austria, Italia, Alemania y diversas poblaciones de la geografía española. He publicado las novelas 'Laila' (1997), 'Badián no es un anís' (2012) y 'Áticos y viento' (Ediciones Mayi. 2015), así como el poemario 'Brochazos' (2001). Vivo en La Viña.

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