El hidalgo y el desgobierno

Miguel, Alonso, SanchoEs seguro que  muchos lo leyeron y es seguro que todos sintieron un hervidero inmenso de insana, malsana y terrible envidia. El Primer Ministro británico, David Cameron, escribió y publicó en varios medios de comunicación un artículo laudatorio y conmemorativo de Shakespeare, ese ilustre dramaturgo inglés del que también se cumplen cuatro siglos de su muerte. Seguro que todos conocen este dato, casi tan seguro que también saben que esta misma semana se cumplen años por cientos de la muerte de un viejo y desgraciado hidalgo castellano y español apellidado Cervantes, de vida larga para la época e intensa, las más de las veces en desgracias e infortunios. Y sí, sentí envidia de ver al inglés alabar y glosar la grandeza del dramaturgo y  de que en nuestra prensa no hubiera aparecido una reseña, la que fuera, de nuestro primer ministro, al que aquí llamamos Presidente del Gobierno. El Marca no tiene a bien publicar según qué cosas, y nos hubiese llenado de asombro que tal hubiese sucedido.

Y éste no es más que un ejemplo, ilustrativo como pocos, de en qué manera y con qué modos tratamos a nuestros grandes e ilustres compatriotas. Que da igual médico, notario, alguacil, poeta, soldado, sabio o labrador, tanto da, ya que si la profesión o el uso no es de moda pues no ha lugar a halago, alabanza o reconocimiento. Excepciones hay, las menos, pero se significan por lo que evidencian de nuestros valores. Futbolistas, con tendencias a la vida ágrafa y neolectora, y eternos adolescentes con aspiraciones de artistas vocales y de cantatas fáciles, o de lo que sea que exija poco esfuerzo. Bueno, me retracto en algo, ser chef también abre el camino a la fama y la gloria. Y todo este no reconocerse lo bueno en nuestro viejo y cansado hidalgo, desde las alturas del gobierno, cae y se disemina por toda la sociedad, por todos los gobiernos menores y provincianos, por la mayoría de las gentes. Como  se suele decir, tarde y mal. Tarde en la más arraigada tradición ibérica, en la que incluyo a los no hispanos de temporada, que ya saben que planificar, programar o prever no es nuestro fuerte. Mal porque los pocos que han tenido la memoria y decencia de recordar han debido de luchar contra la escasez de recursos, euros, y enfrentarse a la indolencia general que en asuntos de cultura asola nuestras tierras peninsulares.

El Quijote, según Orson Welles.

El Quijote, según Orson Welles.

Y no es que no existiesen voces que clamaran en este páramo y desierto lugar que llamamos España, Y no es que no haya entre nosotros un puñado sustancioso de mujeres y hombres que aun se admiran y deleitan con las historias del hidalgo. No, no es eso, lo más cierto y probable es que estamos de un tiempo a esta parte instalados en el desgobierno. No en el desgobierno de la economía, que esa nos la mandan con mano férrea desde tierras valonas y germánicas, ni en el de la hacienda propia, que bien tienen provisión de alguaciles y justicias en este gobierno. No se trata del desgobierno de la política general, que un reposo en ello nos viene como un bálsamo mágico para las heridas que producen tanto despensero de corruptelas que nos llenan de escarnio y afrentan en donde más duele, en la honra. No, que es sin duda el desgobierno de la cultura el que duele, hiere y afrenta, el que cansa. Que agota el ir de lance en lance por los páramos de nuestra cultura para no saber si son gigantes o si molinos encantados por cualquiera de los muchos magos y malandrines que pueblan la cultura oficial de estos reinos. Porque haber gobiernos y varios para las letras y los oficios del entretener y el saber los hay, sin duda alguna. Que gobiernen en  razón, con firmeza en el pulso y sin excusarse en culpas ajenas ya no tantos. No tenemos más que gobiernos de la cultura que, viendo llegado el tiempo de celebrar a nuestro viejo hidalgo, no se apresuren más que  a reunir algunas galas menores, unos dineros sobrantes y un esto que pasaba por aquí para al final dejar todo en humo de pajas y poco más. ¿Y dónde acaecen estas cosas? En todos lados desde la Corte del Reino al más pequeño gobierno que pudiese tener la más olvidada aldea. Y no por ello nos ha de doler menos la afrenta, hágala quien la haga, ministro, alguacil, justicia, consejero, diputado o alcalde, que el olvido o la tardanza en hacer son pecado de ingratitud para con nuestro hidalgo.

Quienes llevamos en el ánimo a nuestro escritor y poeta no nos queda más que hacer mal rostro ante tanto desgobierno de aquellos que tienen por encargo cuidar, mantener y sembrar nuestras culturas. Habrá que recordarles que no están donde están tanto por su merecimientos como porque así lo dispusieron las mujeres y hombres del pueblo. Y que tal lo dispusieron, tal lo podrían negar. Que no se les ve más que el alma de almirez, que su abandono de ideas y actos para con el hidalgo no es sino majadería y estulticia, que éstas no hacen más que aumentar nuestra envidia a la par que admiración por como habla y hace el ministro inglés. A Dios gracias, fuera del desgobierno, mujeres y hombres aun leen, comentan y disfrutan de las páginas del viejo hidalgo. Y dado que “no es un hombre más que otro si no hace más que otro” (fin de la cita), estos hombres y mujeres demuestran que son más que quienes nos desgobiernan pretendiendo gobernar. Gentes que se echan a las espaldas el recuerdo y homenaje y con cuatro reales añadidos a sus buenas lecturas nos dicen quien fue, y como malvivió el viejo hidalgo. Gentes que se admiran de cómo aun en las Indias se escribe y se habla con más semejanza al hidalgo de cómo somos capaces nosotros en esta orilla de la mar océana. Gentes que no olvidan a Cervantes, que es lo que la honra manda, y gentes que piensan como Teresa Panza que no hay mayor verdad que esa que dice: “Vivid vos, y llévese el diablo cuantos gobiernos hay en el mundo; sin gobierno salistes del vientre de vuestra madre, sin gobierno habéis vivido hasta ahora y sin gobierno os iréis; o os llevarán, a la sepultura cuando Dios fuere servido. Cómo esos hay en el mundo que viven sin gobierno, y no por eso dejan de vivir y de ser contados en el número de las gentes” (fin de la cita). Vale.

Imagen Cervantes 400: Manuel Martín Morgado.
Luis Ben

Autor/a: Luis Ben

Luis Ben es Gestor Cultural y como tal cosa trabaja en la Diputación de Cádiz. Pese a haber hecho de todo en este campo, como tratar con artistas de diversos pelajes y talentos o intentar animar el cotarro cultural desde la música al teatro pasando por disciplinas inconfesables, su trabajo de destacar en algo es en el plano de la formación de gestores y en la investigación sobre políticas y gestión culturales. Ha colaborado con diversas instituciones públicas en esta España nuestra, en América Latina y en Marruecos. Incluso ha publicado cosas al respecto.

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1 Comentario

  1. Juan Pablo Maldonado García

    Que interesante esa Teresa Panza «protoanarquista». No lo recordaba. Gracias.

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