Clásicos básicos: ‘Waterpistol’ de Shack

BEL SHACK - COLORPese a sus incontestables capacidades, algunos discos nacen condenados a vivir eternamente a la sombra, prisioneros de la indiferencia de su entorno, de la confusión de los medios o, simplemente, de las limitaciones de una pésima edición, promoción o distribución. Como consecuencia, la relación de ausentes de las listas de clásicos al uso podría dar forma a un lote paralelo plagado de joyas a las que la historia no ha tratado con justicia, separándolas no solo del oficialismo mainstream sino incluso de extensas parcelas del público especializado. En una posición preferencial no debería faltar…

Shack. Waterpistol. Marina, 1995

The Pale Fountains no fueron un grupo con suerte. Formados en Liverpool a comienzos de los ochenta del pasado siglo, sus dos álbumes –Pacific Street (1984) y …From Across The Kitchen Table (1985)– relativizaron su irregularidad en base a una colección donde sofisticación, ingenio y pluralidad jugaron tanto a favor como en contra del, a la postre, incomprendido balance final. A fin de cuentas, su líder, Michael Head, había recalcado que su último objetivo no era otro que penetrar en las canciones y en su esencia a modo de reconstituyente de tradición pop de su ciudad. Enarbolando ese mensaje, y secundado por su hermano menor, John, Michael ponía en marcha a The Shack tres años después. De la mano de un disco que los alejaba de los grandes sellos discográficos, tras la nefasta experiencia de Pale Fountains en Virgin, Head pulía su lúcida visión melódica en un inicial Zilch (1998), producido con discutidos resultados por Ian Broudie (Lightning Seeds) y erigido en voluntarista aunque desenfocada declaración de intenciones. Lo mejor estaba por llegar.

Años de idas y venidas, aislados singles y discos sin publicar concluyeron en 1995 cuando el modesto sello alemán Marina Records decidió recuperar una docena de canciones registradas por el grupo cuatro años antes. Las dificultades nos fueron pocas: las cintas originales del álbum había desaparecido de los estudios a causa de un incendio pero, milagrosamente, una copia en DAT permanecía en la guantera de un coche alquilado por su productor, Chris Allison. Waterpistol surgió entonces tan modestamente como ahora pervive pese a contener un estallido de inspiración y fulgor, una reactivación del clasicismo pop y folk con trazos de psicodelia y positivas conexiones con el Madchester Sound. En su interior, no era difícil detectar reflejos y guiños a los tres referentes que, según Head, delineaban el eje de la banda: John Lennon (Beatles), Syd Barrett (Pink Floyd) y Arthur Lee (Love). Su guión se situaba en los dominios del pop atemporal de alto rango, conformado por una proporcionada combinación de tersas melodías, arrebatadoras armonías, primorosos arreglos y una seductora sonoridad global que hacía gala de un engarce entre ámbito acústico y eléctrico proyectado por la labor de John Head con las guitarras. Por su parte, Michael se hacía responsable de una partitura sin baches ni fisuras en cuyo halo no se apreciaba sombra de sus crecientes problemas con las drogas. La suma de tan irrebatibles canciones –citemos “Dragonfly”, “Time Machine” o “Hazy”, por no hablar de esa adaptación del “Dream Little One Dream” que Walter Schumann compuso para la portentosa película La Noche del Cazador (Charles Laughton) y que Head bautizó como “Walter’s Song” en un ejercicio de falsa autoría–  define los valores de un pop asombroso, olvidado pero inolvidable.

Cuando el álbum se publicó, Shack, en una mezcla de desencanto profesional y debacle personal, ya estaban disueltos. Los hermanos Head colaborarían luego con el mismo Arthur Lee en una de las reencarnaciones de Love para relanzar a continuación la naturaleza del modelo, primero como The Strands ( espléndido The Magical World of… 1997) y más tarde resucitando a Shack de la mano de deliciosos trabajos como H.M.S. Fable (1999) –segundo mejor álbum del año para la revista New Musical Express– o …Here’s Tom with The Weather (2003). Pese a tan apreciable actualización, Waterpistol seguiría marcando su techo. Un clásico menor y apenas explorado aunque necesario, donde el pop exhibe emociones y encantos que poco después vivirían tiempos de devaluación bajo el dominio del brit-pop.

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Salvador Catalán

Autor/a: Salvador Catalán

Desde hace más de veinte años desarrollo mi labor profesional en el ámbito de la gestión cultural universitaria. Durante este tiempo también he abordado una permanente colaboración como crítico musical en medios generalistas (Diario de Cádiz, Diario de Sevilla, La Voz de Cádiz,...) y especializados (Rockdelux) y como programador de festivales y ciclos musicales.

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4 Comentarios

  1. ¿No soy la única persona del planeta que se acuerda (con fervor) de los Pale Fountains? Su brillo fue breve, pero dejó huella con algunos temazos como «Unless», que marcaron el subconsciente de muchos.

    Creo que el proyecto del grupo también se vió mermado por el consumo de heroína de uno de ellos (como era tan frecuente en la escena musical de la época, también estaba enganchado Ian McCulloch de Echo & The Bunnymen, también de Liverpool).

    Gracias por la reseña.

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    • Salvador Catalán

      En efecto. Parece que la heroína dañó bastante a Michael Head aunque su último disco a la cabeza de su The Red Elastic Band Head («Adios Señor Pussycat») de 2017 tampoco desmerece, mucho más que digno aunque con su voz mermada por los años.

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  2. Salvador Catalán

    Muchas gracias, Juan Pablo. El resto de su discografía tambiñen raya a gran altura. Muchas y buenas canciones para no olvidar.

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  3. Juan Pablo Maldonado García

    Muchas gracias, Salvador. Magnífico descubrimiento.

    Me ha encantado eso de «un pop asombroso, olvidado pero inolvidable».

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