El uso adecuado del espacio público en nuestras ciudades se ha convertido en una herramienta fundamental para mejorar la convivencia y la calidad de vida de la ciudadanía. En nuestro entorno, iniciativas como Plan C se plantean devolver estos espacios a los vecinos e implicarlos en la toma decisiones respecto a la forma de usarlos. En otros países nos han tomando la delantera. Astrid Bibiana Rodríguez Cortés ha estudiado cómo ha influido la puesta en marcha de la ciclo-vía de la ciudad de Bogotá en los habitantes de esta gran urbe. Ahora está en Cádiz finalizado su tesis con el profesor Francisco Vázquez de la UCA.
Astrid Bibiana Rodríguez Cortés ha estudiado en la Universidad Externa de Colombia y actualmente está desarrollando una estancia doctoral con el profesor Francisco Vázquez de la Universidad de Cádiz. El nombre de sus tesis doctoral, El dispositivo del espacio público como productor de subjetividades, adelanta mucho sobre la importancia que tiene la gestión adecuada de los espacios comunes en nuestras ciudades. Su trabajo se centra, concretamente, en el análisis de la ciclo-vía de la ciudad de Bogotá en el periodo que va desde 1995 a 2003.
La ciclo-vía de Bogotá no es un carril bici como lo entendemos aquí, es un espacio de “ocio y recreación donde las principales vías de la ciudad son cerradas para que la gente pueda salir a montar en bicicleta, patines, caminar… Se cierran 121 kilómetros de las vías principales de Bogotá”, explica Astrid Bibiana Rodríguez.
La ciclo-vía como iniciativa comienza en 1974, pero toma forma a partir de 1995. El objetivo de su estudio es “ver cómo este espacio público produce un cierto tipo de subjetividades, ver la forma en que la gente lo asume y está allí”.
“Es un proyecto que nace de la ciudadanía en 1974, cuando una serie de urbanistas y personas aficionadas al ciclismo toman las calles para solicitar que la bicicleta tenga estatus de vehículo y que la gente la pueda utilizarla para ir al trabajo. Se pedía entonces que se construyeran vías alternativas para poder circular por la ciudad”, explica Rodríguez.
Este iniciativa ciudadana no se reglamenta hasta 1976, y se pone en marcha de manera intermitente hasta que se establece en 1982. La idea inicial contemplaba la puesta en servicio de un carril bici, pero en 1995 la propuesta es asumida por el Instituto Municipal de Recreación y Deportes, dependiente del Ayuntamiento de Bogotá, y allí se le empieza a dar una connotación distinta: “Ellos han diseñado toda una serie de estrategias para el ciudadano y ya no es solo que el ciudadano esté allí, sino que hay toda una serie de actividades y personas que cuidan el uso del espacio. Son agentes pedagógicos, personas que están pendientes de la gente y de ayudarla”, explica la responsable del estudio.
La ciclo-vía de Bogotá, que ha recibido muchos premios internacionales, es utilizada por más de un millón doscientas mil de personas todos los domingo y festivos, que son los días en que se pone en marcha. Es un espacio eminentemente de recreación, pero también se utiliza para desarrollar todo tipo de campañas que inciden en la necesidad de asentar hábitos saludables entre la población.
La ciclo-vía recorre actualmente toda la ciudad, una urbe enorme con ocho millones de habitantes. Por eso, con este proyecto se ha propiciado también que “la gente, de una manera u otra, conozca su ciudad”.
“Esto resulta muy interesante porque Bogotá es una ciudad muy fragmentada a nivel socioeconómico. Con la ciclo-vía la gente tiene la posibilidad de conocer la ciudad a lo largo del recorrido y vincularse de alguna manera a otras zonas que no son las suyas. Por lo menos tener acceso a otras zonas de la ciudad a las que, normalmente, no acceden. Las ciudades tan grande están estructuradas como subcentros: tienen dotación de todo muy cerca, para que la gente se mantenga allí y evitar los atascos. Por eso, muchas personas no conocen más que la zona en la que viven”, señala Astrid Bibiana.
Lo más importante para Astrid Bibiana Rodríguez es que a partir de la consolidación de este proyecto han empezado a emerger toda una serie de discursos vinculados al uso de la bicicleta que tienen que ver con la salud, con el cuidado del medio ambiente y con la ciudadanía: “Estos son los tres discursos que yo he venido encontrando que configuran un espacio privilegiado para empezar a hablar de todo lo que tiene que ver con el planeta, de cómo mantenerlo adecuadamente. En este espacio se plantea el discurso ambiental, pero también todo el discurso médico sobre salud, obesidad, actividad física… Se hacen tomas de la presión, se ofrecen consejos sobre la actividad física. Se regulan los vendedores que están ahí en la vía. En general, se intenta que accedan a ese espacio para vender cosas que vayan con la filosofía del programa. Sobre todo, comida sana”.
La ciclo-vía ha cambiado la percepción del ciudadano con respecto a su ciudad: “Primero lo que se manifiesta allí es la apropiación del espacio público. Eso es muy importante a nivel político y social. Es muy importante que el ciudadano sienta que esa calle es parte de él, de su vida y de su cotidianeidad. La ciclo-vía tiene un gran sentido de apropiación por parte del ciudadano. Hay resistencias porque se enfrenta a la modernización de lo que implica el vehículo. Ha sido una disputa con los conductores, pero hay una cosa que me parece muy importante, desde mi punto de vista: es un espacio de ocio y recreación que se ha empoderado en la ciudad de manera permanente, que se mantiene y que el ciudadano, en general, lo defiende. Pude que se queje de los atascos, pero la mayor parte de la ciudadanía defiende este espacio como un lugar de ocio y disfrute familiar y creo que eso es lo que ha sido más importante”.
Y es que las familias de todas las edades son las principales usuarias de la ciclo-vía, ya que es “una distracción que no requiere que tengas dinero”. “Como está por toda la ciudad, dependiendo la zona puedes encontrar perfiles diferentes, pero, por primera vez, estas zonas están conectadas y también están conectados los principales parque de la ciudad, donde la gente puede realizar actividades y luego continuar”, apunta la responsable del estudio.
Personalmente, Astrid Bibiana Rodríguez cree que este proyecto también ha supuesto un cambio cultural entre la ciudadanía y, aunque no es objeto de su investigación, explica que, en cierta medida, esta iniciativa ha propiciado el desarrollo de una sociedad más inclusiva. En la ciclo-vía se pueden observar “muchos matices de esa Bogotá fragmentada que hemos ido construyendo, pero que tiene una riqueza cultural altísima. Lo fundamental es que bajo este espacio se reconoce la necesidad de las personas a recrearse y me parece fundamental”.
“Mi trabajo maneja una tesis de fondo que es que la ciclo-vía es la gran pasarela de Bogotá. En ella se pueden observar una serie de modelos con los que se intenta ejemplificar lo que sería el buen ciudadano del futuro: más incluyente, más participativo. También es una pasarela de lo económico, ya que hay muchas marcas deportivas que se activan en la vía porque allí tienen a su público objetivo. Esto implica también una manera de mostrar el cuerpo de forma distinta. Los domingos la gente se viste distinto. La ciclo-vía es meramente estética, la ciudad se viste de colores, esa posibilidad de mostrar el cuerpo con el traje deportivo también ha venido cambiando”.
No obstante, la participación ciudadana en el proceso de construcción del proyecto ha sido escasa. “Hay esa posibilidad de recoger iniciativas, pero ya está muy institucionalizado”, apunta Astrid Bibiana.
Otro aspecto importante del proyecto es cómo “ha jalonado todo un proceso muy importante alrededor de la bicicleta”. Se han construido 300 kilómetros de carril bici, porque la gente ha ido incrementando el uso de este medio de transporte.
Además ha habido un cambio de discurso de percepción por parte de la ciudadanía: “En los setenta la bici estaba asociada a la pobreza, al ciudadano que no tenía plata para movilizarse en un carro, que indicaba la diferencia social. Esto se ve en la publicidad, porque el mercado también empieza a moverse. La mujer también tiene ahora su lugar porque antes no había muchos diseños para ella y los niños. Se ha pasado ‘de la bicicleta del campesino a la bicicleta urbana’, como yo lo denomino; de la bici del pobre a la publicidad ‘Mi estilo es bici’. Ahora la usa todo el mundo”, explica Rodríguez.
También los colectivos que se mueven en torno a la bicicleta se han convertido en un grupo de presión capaz de “entrar en la negociación con el alcalde para sentarse en una mesa y decir ‘nosotros tenemos esa necesidad’. Se ha convertido en un grupo político fuerte”, añade.
Desde el Ayuntamiento de Bogotá se ha aprovechado este proyecto para vender la “marca” de la ciudad bajo lemas publicitarios del tipo “Bogotá no tiene mar, pero tiene ciclo-vía”, que es muy conocido. Pero este luminoso proyecto tiene también sus sombras: “Desde mi análisis filosófico del proyecto, la ciclo-vía es una manera de manejar las poblaciones, el estado usa esto como una gran ventana para decir ‘miren, esto es Bogotá’, pero Bogotá también tiene unos problemas sociales que se dejan atrás. Existe una tensión cuando quiero empoderar a mi ciudad y también mostrar la fragmentación social. En algún momento se puede usar este recurso como gran escaparate para tapar problemas verdaderos. El Estado dice: ‘mira lo que estamos haciendo’, y se ocultan muchas cosas. Se usa para decir estamos aportando a la felicidad, estamos aportando al bienestar, a la calidad de vida de los ciudadanos, y es cierto, pero por otro lado… Tiene esa doble connotación, pero, sin duda, el proyecto es muy interesante”.