Rosario Troncoso: «el conflicto interior se palpa en todo lo que escribo»

“La vida es un relámpago. Dejemos que nos atraviese la luz”, invita la escritora Rosario Troncoso (Cádiz, 1978). Acepto el ofrecimiento y me sumerjo en su penúltima obra publicada, ‘Relámpagos’ (Editorial Norbanova. Cáceres. 2019).

Los relámpagos se nos presentan en un atractivo librito, con la portada y las ilustraciones de su interior a cargo de Deli Cornejo, y bajo cinco leyendas: “Rayo que atraviesa”, “Atmósfera interior”, “Musa fragmentada”, “Inventario de fragilidades” y “De cinco y siete y cinco”.

Descubro y me recreo en las cuatro primeras con las notas de Erik Satie acompañando mi atenta lectura. Armonizan bien la brevedad de aforismos, de reflexiones, de píldoras poéticas, con el minimalismo musical del compositor francés. Rosario Troncoso, con ritmo pausado, nos habla de amor, de deseo, de pasión. («Cómo se atreve el día a amanecer sin ti»). De amor cotidiano. Del amor y del paso del tiempo. Del amor y las redes sociales. Elocuente, con elegancia, nos dibuja pasajes y paisajes del yo, al natural, sin artilugios. («Los ojos cuando han llorado mucho terminan pareciéndose al mar»). Nos habla de la madurez. Reflexiona con tono de epigrama sobre la creación literaria, sobre el autor y su obra. («Los cimientos de papel son los más sólidos«).

En “Inventario de fragilidades” muta la forma, que se hace brevemente más extensa. Ideas, pensamientos, se acercan más a la anotación rápida que a la sentencia grave. («Escuchar las noticias en la radio de camino al trabajo es peligroso…«).

Por último, “De cinco y siete y cinco”. Peculiares haikus, encadenados e independientes a un tiempo. Me permití disfrutar de estas cinco últimas composiciones bajo el influjo de 4’33’’ de John Cage. El silencio también es música y, por lo tanto, poesía.

“Pequeña astilla, / reproche de madera, / hiere la carne”.

Este número 10 de la Colección Baúl de Palabras se completa con “Después de la tormenta”, de Itziar Mínguez Arnáiz, y “Nota de Javier Gallego”, textos a modo de prólogo y epílogo, que son una auténtica, y excelente, radiografía de Relámpagos. La cuadratura del círculo.

Trasladamos a Rosario algunas cuestiones.

Relámpagos se aleja del resto de tu obra, al menos en forma. ¿Por qué, de pronto, esta brevedad?

Es cierto que es un libro que parece diferente, aunque no lo es tanto: hay mucho de mi poética en cada uno de los aforismos que pueden leerse en Relámpagos. Me apetecía romper algunos esquemas, y por eso me he arriesgado a publicarlo. Respeto muchísimo a los grandes aforistas que están en estos momentos, engrandecen este género y estoy aún muy lejos de ser una de ellos.

Lo que sí me considero es una lectora voraz de aforismos, porque son píldoras de buena literatura que hacen muchísimo efecto en el organismo: me reconcilian con el tiempo y el espacio, dos lujos que no tengo últimamente. La brevedad y la concisión son tremendamente difíciles de practicar, pero cuando se consigue entender cómo y por qué, se abren infinitas posibilidades. Y los relámpagos son breves fogonazos de luz. A veces iluminan. Otras, deslumbran hasta la ceguera. Espero que este libro pequeño y raro ilumine, aunque sea solo un poco.

–En “Atmósfera interior” escribes: “Mejor no desplegar delante de extraños el mapa del corazón”. Me resulta curioso, incluso contradictorio, pues en esta parte del libro es precisamente donde percibo mayor exposición personal…

He ahí la cuestión. Se trata de un consejo que me doy a mí misma y a todos los que se exponen tanto como yo. Mi condición temeraria y contradictoria atraviesa no solo este libro, sino toda mi trayectoria. Estoy en continua pelea contra mí, y el conflicto interior se palpa en todo lo que escribo. El día en que no me contradiga unas cuantas veces desde que me levanto hasta que me voy a dormir seré otra persona.

–En el brevísimo “Musa fragmentada” leo: “Los peores son siempre los poemas de otro”. La ironía es una de tus señas de identidad. ¿Qué tal el mundillo literario?

El mundillo literario no existe como tal. Ojalá. Seríamos más corporativistas. Si de verdad hubiera un «mundillo» y nos reconociéramos como parte de él, a lo mejor todo sería más fácil. Tendríamos credencial de poeta, novelista, etc. Pero no, no hay credenciales ni ningún carnet que te haga pertenecer a un gremio extraño, en el que solo unos pocos son privilegiados por poder dedicarse profesionalmente al sector del libro y sus tripas.

Es difícil. Yo más bien hablaría de feria de egos, hoguera de vanidades y otras conductas dañinas que nada tienen que ver con la literatura. La ironía es un arma autodefensiva. Pero hay que saber diferenciarla del sarcasmo, que es un arma de ataque hacia los demás. En definitiva: los que amamos realmente este oficio tan poco lucrativo de verdad no podemos permitirnos el lujo de perder el tiempo pensando en mundillos varios ni en saraos. Es bueno el escaparate a veces para ser vistos. Pero en mi caso, aunque parezca que no paro, prefiero no estar en la vanguardia de ninguna batalla. Ojalá pudiera evitar incluso las presentaciones…

Rosario Troncoso.

–“Amor Facebook: cambias tu fotografía de perfil. Y beso lo que fue. No conviene amar a fantasmas”. ¿Son compatibles poesía y redes sociales?

Rotundamente no. La poesía no está en Facebook. Y ahora me dirás que qué hipócrita soy, si no paro de compartir contenidos relacionados con la poesía, e incluso poemas propios. Sí. Vale. Las redes son una plataforma magnífica para el marketing. Hay que saber usarlas para atraer lectores y compradores de libros, y hablo como editora y gestora cultural. Sin visibilidad las ventas de libros serían aún peores. ¿Es una forma de prostitución? Pues sí. Pero hay que entrar por el aro, moderadamente. A no ser que seas Defreds, Marwan o te juegues el pellejo en OT, tus libros tendrán unas ventas modestísimas. Y sí, los escritores somos gente sensible, por supuesto, pero las facturas hay que pagarlas y no somos ONG´s con patas.

–Háblanos de tu última publicación, Los ángeles fríos.

Se trata de un libro que me pidieron hace un par de años, y que estaba gestándose paralelamente a Nuestra Orilla Salvaje (Siltolá), pero son libros muy diferentes. En Los ángeles fríos, de algún modo, vengo de vuelta del dolor. Lo he atravesado. Y exploro otras formas de decir, de expresar, de contarlo todo. Es un poemario, dicen, de madurez, de contención, reflexivo e inquietante a la vez. No lo sé. Son los lectores los que deben opinar, o sentir, simplemente. Es lo que pido cuando publico un libro de poemas, que sea leído con ganas, y que llegue ahí donde me propongo: al centro del alma.

Suena cursi, pero es la única forma de entender la poesía. Y para esa comunión total del lector con el autor, hace falta técnica y mucho bagaje. Como ya he comentado antes, no soy ni autora ni poeta, soy lectora. Y solo a través de la lectura se obtiene el aprendizaje necesario para dar forma a la propia voz. Y esa voz está conformada por muchas voces distintas, no solo poéticas. El título es mi homenaje personal a Sylvia Plath. Este libro está editado por una de las editoriales que más me han gustado siempre, como es Calambur. Me llevan de la mano Sergio Arlandis y Raquel   Lanseros en el prólogo.

Estoy feliz y satisfecha. Lo presentaré en otoño y espero que vaya bien todo, pues te confieso que después de dos libros y muchos años con La Isla de Siltolá y en el abrazo de mi amigo Javier Sánchez Menéndez, siento un poco de vértigo. Pero confío en mis ángeles de la guarda, que son mis referentes en esto de la poesía, y nunca son fríos.

José Rasero Balón

Autor/a: José Rasero Balón

José Rasero Balón (Alhucemas, 1962). Soy autor de los blogs 'E la nave va!' y 'Humanos' (www.joserasero1.com) con fotografías realizadas en Holanda, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Austria, Italia, Alemania y diversas poblaciones de la geografía española. He publicado las novelas 'Laila' (1997), 'Badián no es un anís' (2012) y 'Áticos y viento' (Ediciones Mayi. 2015), así como el poemario 'Brochazos' (2001). Vivo en La Viña.

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