CriSSis
Capítulo 48. Puticlub. Castro sabía perfectamente lo que era, con perdón, un piso franco. Sabía también lo que era reunirse en un restaurante de postín perdido en la sierra de Guadarrama, allá donde solo había servicios de seguridad, camareros en el ajo y proyectos políticos contrapuestos que se unían todos sin discusión en torno a un buen cordero lechal o unos langostinos del tamaño de tiburones. La historia de los grandes acuerdos...
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Capítulo 47. Paparazzo. Londres ya no era lo que un día quizá tampoco fue. Ni ese panorama lleno de humo y humedad de las películas de Sherlock Holmes y el Destripador (smog, le decían), ni aquella otra ciudad victoriana de landós y criados de libreas y señoronas de meñique alzado y comunistas de barba cana que redactaban Das Kapital en las catacumbas del Museo Británico. Tampoco era aquel Swingin’ London donde en realidad a Jesús...
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Capítulo 46. Castro. De pronto el Morsa pareció lo que siempre había sido: un hombrecillo insignificante. Madera de escudero, no de líder. Lo suyo era pringar de aceite la prensa de los bares y tomarse un carajillo, mejor si era la copa de la casa. No tenía cabeza para ser genio del mal, aunque fuera, eso sí, un poco cabezón y le gustar verse a sí mismo como un delincuente peligroso. Jimmy Castro detenía a tipos como él cada día, por...
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Capítulo 45. Rotativas. Siempre había sido un hijo de puta. Eso lo sabía Blanca García cuando los dos eran más jóvenes y lo seguía sabiendo ahora, cuando ya era imposible dar marcha atrás a las manecillas del tiempo. Guapo y valiente, cierto. Pero a su bola. Siempre a su bola. Centro del mundo. Tan pagado de sí mismo, de la manera en que había que hacer las cosas, que sin duda ese era el motivo por el que en tantos años en el cuerpo...
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Capítulo 44. Pizarras y chinchetas. El comisario Hipólito Galván intenta abrir la caja de chinchetas pero sus dedos romos y callosos no están por la labor: le pasa lo mismo por las mañanas con los paquetes de galletas. Pugna con la cajita de plástico y maldice entre dientes, mientras sus dos policías se ríen para dentro: les cuesta trabajo creer que el jefe no sabe que su apodo, debido al tamaño de su cabeza, es precisamente “El...
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Capítulo 43. Debate. El presentador se ufana de que lo suyo no es un late-show. Ni tampoco una tertulia al uso. Su franja horaria, al mediodía, le permite tener un poco de manga ancha (si no se salta las indicaciones a la torera como le pasó a su predecesor) y disfruta como el niño que casi es escandalizando a las amas de casa que puedan haber sintonizado por casualidad el programa. Tiene un buen plantel de colaboradores, repartidos...